Por: Guillermo Calderón López *
La ortodoxia le ha servido a Putin como vestido de su ideología nacionalista mesiánica, adoptando él el rol de mesías. Esto ha llevado a que el mandatario ruso tenga la aprobación de la Iglesia Ortodoxa. El patriarca ruso, Kirill, aplaudió la reelección de Putin en 2012, y ha definido sus constantes periodos como “milagros de Dios”
Salvo por la época de la Unión Soviética, la religión ha jugado un rol importante en los movimientos de Rusia, o sus anteriores encarnaciones, en el Medio Oriente. Crimea, antes de pasar a manos rusas, perteneció a los turcos otomanos, quienes la perdieron en 1783 ante el imperio zarista. Esta fue la primera vez que el Imperio Otomano perdió un vasallo musulmán contra un imperio cristiano (Ioffe, 2015). Los tártaros que habitaban en dicha península se levantaron contra sus nuevos amos, que los reprimieron con dureza. La religión también ha hecho que Moscú se frustre con las críticas que occidente ha hecho contra su estrategia en Siria, ya que es un recuerdo de aquellas épocas en las que occidente se aliaba con los otomanos musulmanes contra el imperio cristiano Zarista, bloqueando sus ambiciones imperiales.
La guerra de Crimea contra los otomanos estalló en parte por el trato que el Imperio Otomano daba a los cristianos en sus dominios, principalmente los ortodoxos (Christensen, 2018) (Coleridge, 2012). La zarina Catalina la Grande, el Zar Nicolás I, y otras figuras intelectuales y culturales planeaban incluso una ocupación rusa de Constantinopla, para así restaurar la vida cristiana en Oriente. La máxima ambición de este plan que pretendía emprender Rusia era restaurar el Imperio Bizantino.
Durante la mayor parte de la historia rusa, ser ruso equivalía a ser cristiano ortodoxo, y esto era algo inseparable (Wargas, 2015). Pese al énfasis que se ha puesto en la fe, en el siglo XIX había quienes pensaban que Rusia se había desviado del camino, imitando a occidente en su decadencia religiosa, adoptando conceptos occidentales como el individualismo. Esto incluso se ha pensado en la etapa post soviética, de acuerdo con un libro llamado “Creyendo en Rusia”, que describe el regreso del fervor religioso tras la caída de la Unión Soviética (Shuster, 2016). Según el libro: “Dada la importancia de la iglesia, permitió al estado representar cualquier cosa a favor de la responsabilidad democrática como un producto de la nefasta influencia occidental”.
El discurso religioso le ha servido a Putin para controlar Rusia, sobre todo a la hora de desacreditar a la oposición. Cuando se lanzó para un tercer periodo en 2011, hubo protestas apoyadas por élites liberales, que querían que le cediera el poder a alguien que occidentalizase a Rusia. Viendo la falta de apoyo, Putin acudió a los monjes del monte Athos (monte importante en Grecia, muy importante para la vida monástica ortodoxa, hogar de veinte monasterios ortodoxos) para que lo apoyaran. Las protestas cedieron. Posteriormente, viendo el éxito, Putin incorporó el discurso religioso en su política exterior. Después de la anexión de Crimea en 2014, el mandatario ruso en su discurso declaró que Rusia había recuperado una tierra de “importancia sagrada”. La “Península del Mar Negro”, que es el nombre que Putin le da a Crimea, fue el lugar del bautismo de San Vladimir el Grande, el gobernante pagano de la Rusia antigua en el siglo X. También, en ese discurso declaró que la fe ortodoxa siempre fue vital para la formación del estado ruso, fuera de “las tribus y uniones tribales del vasto mundo eslavo”. Putin definió el hecho como una consecuencia inevitable del pasado, con precedencia histórica e incluso divina, afirmando que “Crimea tiene para los rusos la misma importancia que el Monte del Templo para los judíos y los musulmanes”.
Iglesia rusa en el monte sagrado de Athos
El cristianismo ortodoxo es clave para entender el putinismo. Para Alexander Dugin, uno de los ideólogos preferidos de Putin, dicha rama del cristianismo es clave en su visión del mundo ruso que pretenden construir (Shuster, 2016). Asimismo, además de una ideología, es una fuente de influencia rusa en el exterior. Occidente ve las acciones de Putin en Ucrania y Siria, junto con sus discursos anti occidentales como un legado de la Guerra Fría, mientras que la visión de Putin se basa en aquella época antes del comunismo, en la que los sacerdotes y los zares definían el rol de Rusia en el mundo. La ortodoxia le ha servido a Putin como vestido de su ideología nacionalista mesiánica, adoptando él el rol de mesías (Weiss M. , 2018). Esto ha llevado a que el mandatario ruso tenga la aprobación de la Iglesia Ortodoxa. El patriarca ruso, Kirill, aplaudió la reelección de Putin en 2012, y ha definido sus constantes periodos como “milagros de Dios”.
Putin afirma haberse convertido al cristianismo después de haber tenido una carrera como agente de la KGB en Alemania Oriental (Wargas, 2015). Su religiosidad, de acuerdo con algunos, es genuina, de acuerdo con algunos escritores bien documentados. Ellos basan estas afirmaciones en la influencia que la religión ortodoxa ha tenido en su visión del mundo, ya puesta en práctica en Ucrania, la cual se compone de:
- Cristianismo oriental
- Nacionalismo ruso
- Conspiracionismo
Su visión incluso ha tenido impacto entre los cristianos conservadores en occidente, quienes han aceptado la propaganda del Kremlin que representa a Putin como un modelo de masculinidad, valentía y virilidad. Les agrada la posición que ha tomado hacia los homosexuales. Hay sitios web católicos tradicionalistas que lo presentan como el enemigo número uno de un “nuevo orden satánico mundial”. Este sector también ha caído en la retórica que afirma que Putin está librando una guerra santa en Siria, viendo esto como la única alternativa contra la Yihad. Sin embargo, también hay quienes han criticado esto, emitiendo quejas de otro bando en la guerra en Siria que usa a Dios como excusa (Erasmus, 2015).
Putin dando ejemplo de virilidad
La intervención no sólo ha sido popular con los católicos, sino que también con los evangélicos (Casper, 2018). Los sucesos los han llevado a preguntarse si Rusia está en el lado correcto en el conflicto de Medio Oriente, o usa a los cristianos perseguidos en la región con intereses políticos. Representantes de las iglesias evangélicas en Rusia afirman escuchar que las tropas rusas están llevando la paz a la región, y también dicen que no han escuchado algo que pruebe lo contrario. Los evangélicos en Rusia ven a Putin como alguien que está asumiendo el rol de proteger el cristianismo. La popularidad de Putin ha llegado a estadounidenses, evangélicos o no, sin que necesariamente aprecien la ortodoxia, o a Rusia. Ejemplos son el actual presidente Donald Trump, o el reverendo Franklin Graham, que, como muchos otros evangélicos en Estados Unidos, está ligado al sector neoconservador, y que ha aplaudido acciones como la invasión de Iraq en 2003 (Ibrahim). Graham ha visto con buenos ojos la intervención rusa en Siria, describiéndola como una acción que salvaría vidas de cristianos en Medio Oriente, a la vez que afirmaba que el gobierno de Bashar al-Assad ha protegido a los cristianos y otras minorías de los islamistas.
La marca de Putin ha sido el nacionalismo religioso (Tharoor, 2015), teniendo muy presente a la iglesia ortodoxa, que ha emergido como un pilar importante en el estado nación ruso después de la caída de la Unión Soviética.
La iglesia ha sido clave a la hora de hacer propaganda amigable del Kremlin en temas de patriotismo, entre otras, como la propaganda anti LGBT. Además, de acuerdo con el padre Vsevolod Chaplin, la visión del mundo en la ideología de Putin se extiende al Medio Oriente, evocando el rol que siempre han jugado en la región. Desde que estalló el conflicto en Siria, la Iglesia Ortodoxa Rusa ha enfatizado acerca de la necesidad de proteger a los cristianos en la región, a la vez que ha ayudado a los patriarcados presentes en el país. De acuerdo con un portavoz del patriarcado ortodoxo de Moscú, los cristianos de Medio Oriente han sabido que ninguna potencia velaría por ellos de la manera en que Rusia lo ha hecho.
En la ciudad natal de Vladimir Putin, San Petersburgo, hay un busto que lo muestra como emperador romano (Wargas, 2015). Más allá de eso, hay íconos ortodoxos que lo ponen como un santo, trato que a veces le da la Iglesia Ortodoxa. Hay documentales que describen a Putin como un hombre que resucitó la espiritualidad en Rusia. Kiril I, Patriarca de Moscú, y líder de la Iglesia Ortodoxa, ha descrito el liderazgo de Putin como un milagro de Dios. La opinión del patriarca es compartida por muchos clérigos ortodoxos, que afirman que Vladimir Putin es un santo en Potencia (Shuster, 2016). Se percibe que no ha habido un líder en Rusia que muestre tal devoción, desde la época de los zares. Esto ha influido en los fieles de la Iglesia Ortodoxa, que ponen en el mandatario ruso sus esperanzas para un resurgimiento ortodoxo. Simon Shushter, de la revista Time, pasó algunos días con los monjes del Monte Athos, en Grecia, quienes le platicaron su entusiasmo la visión que tiene Putin acerca del rol de Rusia en el mundo. Sin embargo, no todos compartían la misma visión, siendo escépticos acerca de lo genuino de la fe de Putin. Muchos de ellos piensan que sus años de servicio en la KGB, que mandaba a cientos de sacerdotes al gulag, no son fácilmente perdonados por Dios. Uno de esos clérigos, el padre Ioannikiy, afirmó que no hay tal cosa como un ex agente de la KGB, y que Putin, como cualquier otro hombre, debía responder por sus pecados.
Las conexiones de Rusia hacia Siria van más allá de los intereses estratégicos. Sus intereses en el país, y en el Medio Oriente en general, se basan en que Rusia pretende definirse como protector de los cristianos en la región (Coleridge, 2012). De ahí que la Iglesia Ortodoxa sea uno de los principales pilares en la oposición de Moscú a la política de cambio de régimen en Siria.
El uso que Moscú le da a la Iglesia Rusa Ortodoxa es una táctica que apela a la minoría cristiana de Siria durante un tiempo en la que la influencia de la República Islámica de Irán ha crecido (Khatib, 2018). La mayoría de los cristianos en Siria son ortodoxos como en Rusia, aunque hay unos cuantos que son católicos. Principalmente pertenecen a la Iglesia Griega Ortodoxa (Maza, 2017). No obstante, aunque son minoría, los cristianos han pertenecido a las élites en Siria, uniéndose algunos a grupos políticos importantes. El fundador del partido Baath, era cristiano, y miembros de esta religión tuvieron posiciones importantes en este partido a lo largo de los años, así como en el gobierno y las fuerzas de seguridad.
Patriarca Kirill
En 2012 el patriarca ortodoxo de Moscú visitó Siria. Durante esta visita, adoptó el mismo lenguaje que ha adoptado el Kremlin, rechazando el intervencionismo (Coleridge, 2012). Sin embargo, para algunos el lenguaje del patriarca reflejaba mayor preocupación. La declaración oficial del patriarcado ortodoxo hablaba de las preocupaciones por el ascenso del radicalismo islámico en la región, que “podía amenazar la integridad del mundo árabe”. Con integridad, hablaba de la capacidad de los gobiernos para incorporar a los diversos grupos religiosos, étnicos y culturales, en la comunidad nacional. Con esos temas, Kiril enfatizó que las minorías debían ser incorporadas en un posible escenario post Assad, y en los arreglos políticos que llevaran a esto.
Es en este contexto que Putin se presenta como el defensor, y potencial salvador de los acosados cristianos en Medio Oriente (Wargas, 2015). Incluso sus críticos se preguntaron si en esto podría tener razón. Anteriormente, el mandatario ruso había prometido ser el protector del mundo cristiano, y hacer de esto un rol en su política exterior. Esta retórica incluso se ha visto a la hora que muestra su apoyo al régimen de Bashar al-Assad, que ha tenido un tinte de defensa de cristianos perseguidos por milicianos musulmanes sunitas. Los cristianos, junto con los drusos, los alauitas, y otras minorías, son partidarios por lo general del régimen de al-Assad.
De todas maneras, hay algunas divisiones entre los cristianos a la hora de discutir si la intervención rusa (o cualquier otra) les es beneficiosa. Por ejemplo el arzobispo católico Sirio, Jean-Clément Jeanbart ha mostrado abiertamente su apoyo a la intervención de Rusia en Siria, y también ha pedido que Gran Bretaña intervenga en contra de los yihadistas (Wargas, 2015). El arzobispo afirma que los sirios han visto con buenos ojos los ataques de Rusia contra el Estado Islámico, y los ha calificado como una fuente de esperanza para los cristianos perseguidos del país, y que Rusia está resolviendo el problema, sirviendo a la “causa cristiana”, y hablaba que implicaba una “renovación de confianza” de los cristianos en Siria (Comerford, 2015). Así y todo, las divisiones se muestran. La mayoría apoya al régimen de Bashar al-Assad, por la tolerancia que han tenido bajo ese régimen. Otros han optado por unirse a los kurdos, y algunos han ido hacia los rebeldes.
Incluso hay divisiones entre los cristianos de distintos países a la hora de tomar una posición acerca de la intervención rusa. Los cristianos de Líbano han reaccionado de manera distinta a los de Siria. Los miembros de la Iglesia Ortodoxa en este país hicieron circular en internet una petición en la que se mostraban en contra de ser usados como excusa para objetivos políticos o ideológicos, mencionando específicamente a Rusia con su intervención en Siria como ejemplo de políticas de poder disfrazadas de intenciones humanitarias (Wargas, 2015). Hay miembros del clero en este país que muestran una posición similar. El obispo metropolitano de la Iglesia Griega Ortodoxa en Líbano respondió exponiendo argumentos teológicos e históricos contra la guerra patrocinada por el estado (Erasmus, 2015). Además, esencialmente el cristianismo es pacifista en esencia. A esto se le añade que el cristianismo ortodoxo no tiene una doctrina de guerra justa, como lo tiene el catolicismo, sino que ve la guerra como algo intrínsecamente malo, aunque a veces inevitable. En pocas palabras, para los ortodoxos es un mal necesario. Otro detalle a considerar es que los cristianos ortodoxos árabes no tienen memoria colectiva bélica en nombre de Dios, a diferencia de los rusos con los zares, o los griegos en la época del Imperio Bizantino, o incluso los católicos con las Cruzadas y la Reconquista.
Como se ha mencionado antes, el padre Vsevolod Chaplin describió la entrada de Rusia en el escenario sirio como “guerra santa contra el terrorismo en defensa de los inocentes” (Burke, 2015) (Comerford, 2015). Este sacerdote también describió a Rusia como el país más activo en la lucha contra el terrorismo, a la vez que describía la intervención como consistente con el derecho internacional, la mentalidad del pueblo ruso, y con el rol que Rusia siempre ha jugado en el Medio Oriente. Afirma que Rusia no se puede quedar cruzada de brazos ante la destrucción de las comunidades cristianas y de otras minorías en el Medio Oriente. El clérigo calificó la decisión como responsable, en defensa del pueblo sirio contra las arbitrariedades de los terroristas, como la destrucción de iglesias, secuestro de obispos, mencionando que el sufrimiento de los musulmanes no es menor. Hubo algunos medios que distorsionaron en su totalidad los comentarios del padre Chaplin, afirmando que la Iglesia Ortodoxa Rusa declaraba una guerra santa en su totalidad contra el Islam, y atribuyendo estos dichos al Patriarca de Moscú (Erasmus, 2015).
El ascenso del Estado Islámico y de otros grupos yihadistas en Iraq y Siria ha significado un golpe duro hacia los cristianos de dichos países, llevándolos a una crisis y empeorando la situación amenazante que han estado viviendo desde la invasión a Iraq en 2003 (Wargas, 2015). Los políticos occidentales tardaron en reconocer la dura situación en que estos se encontraban, cuando Putin ya pretendía mostrarse como que estaba tomando un paso adelante, y preparándose para golpear con dureza a los islamistas que pretendían eliminar al cristianismo en la región. De acuerdo a Robert Wargas, reportero de The Catholic Herald, Putin estaría de acuerdo con la retórica de la guerra santa, sin llegar a cruzar la línea anti Islam, para no incomodar a las minorías musulmanas en la Federación Rusa.
El Patriarca ortodoxo de Moscú, Kirill, adoptó una posición similar a la del padre Chaplin, calificando la decisión como “responsable”, y que dicha intervención protegería a las personas inocentes de los terroristas (Burke, 2015). El patriarca también calificó la intervención de necesaria, porque consideraba que el proceso político no estaba llevando a ningún lado, y por ende no ha mejorado la vida de las personas inocentes, y por ende necesitaban protección militar. En 2012, el patriarca escribió una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pidiendo que dejara de armar a los rebeldes, que perseguían a los cristianos (Ibrahim). En esa carta, el Patriarca también afirmaba que los países pertenecientes a la civilización cristiana tenían una responsabilidad por la suerte de los cristianos en Medio Oriente.
De acuerdo a Wargas, no se trata de ofrecer una falsa elección entre si Putin de verdad protege a los cristianos o solamente quiere incrementar su poder en el Medio Oriente, sino que es posible que vea el incremento del poder ruso en la región como sinónimo de la protección de las minorías cristianas. De esta manera, se podría estar regresando a los días de Catalina la Grande, en los que Rusia jugaba el rol del protector de los cristianos en la región (Baunov, 2016).
Hay mucha evidencia, incluso aceptada por los think tanks occidentales, como el Instituto Carnegie, que muestra que los cristianos de Siria se sienten desairados por occidente, y ven al régimen de Bashar al-Assad como su protector (Baunov, 2016). Aunque después de todo, esto podría deberse a la explotación y propaganda que hacen los regímenes autoritarios, no solo al-Assad, de la situación que los cristianos en la región, para implementar sus agendas. Esto va especialmente a los que afirman estar librando “guerras contra el terrorismo” (Weiss M. , 2018). De acuerdo a Michael Weiss, editor para el sitio web The Daily Beast, y columnista de Foreign Policy, el régimen de al-Assad ha usado el sufrimiento de los cristianos en Siria para evitar que se investiguen sus atrocidades. Asimismo, el régimen sirio ha enviado delegaciones de cristianos leales hacia Washington, y estos a su vez entregan el mensaje en el que se culpa solamente a los extremistas islámicos por el caos en la región, y que la dictadura secular es la única esperanza para dicha minoría confesional acosada. Wargas hace una afirmación similar. Dice que los ataques rusos se han enfocado en grupos que supuestamente no son una gran amenaza para los cristianos, a la vez que realiza sus ataques más brutales sobre los grupos rebeldes “moderados” (Wargas, 2015). Además, Weiss acusa a Rusia de manipular el sufrimiento cristiano para justificar su apoyo a al-Assad, a quien a su vez acusan de apoyar a yihadistas a cruzar a Iraq para matar cristianos, y otros iraquíes, además de tropas estadounidenses, durante la ocupación.
La campaña de explotación de los sufrimientos de los cristianos de parte de al-Assad y Putin va dirigida a las sensibilidades occidentales, con un toque antioccidental, en especial público estadounidense y El Vaticano, vendiéndose como los únicos defensores de la cristiandad en Oriente. Sin embargo, estos movimientos van más allá de ese mensaje. Al lado de la propaganda positiva de ellos, va la propaganda negativa acerca de occidente, sus líderes y políticos, para así llegar a las poblaciones occidentales, y minar la resolución y confianza que ellas tienen en sus gobiernos (Weiss M. , 2018). Si se hace caso a este planteamiento, nuevamente estamos ante el uso del sharp power. Rusia hace uso de sus medios para culpar a occidente del sufrimiento de los cristianos en Medio Oriente, y proyectarse como salvador de estos. Y, precisamente, minar la confianza en los gobiernos occidentales es el objetivo del sharp power.
Wargas recomienda precaución a la hora de describir la intervención rusa en Siria como un genuino rescate de los cristianos del país, y aceptar esa narrativa, afirmando que es extremadamente difícil obtener información fiable acerca de las acciones de Putin (Wargas, 2015). De lo que sí está seguro, es que se puede desechar esa visión del mandatario ruso como el salvador de los cristianos en Siria. Más bien, de acuerdo a él, lo que necesitan esos cristianos es estabilidad para sobrevivir.
El Patriarca Kiril de Moscú visitó Siria en 2012, para renovar el contacto entre su Iglesia y la Iglesia Siriaca Ortodoxa, y su líder, Ignacio IV, Patriarca de la Gran Antioquía y Todo el Oriente (Coleridge, 2012). En dicha visita Kiril alabó la relación entre la Iglesia Siriaca y el régimen de al-Assad, expresando ansiedad acerca de las implicaciones que el conflicto podría tener para los cristianos. Para entonces, el número de estos ya se estaba reduciendo debido a la violencia y la marginalización socioeconómica. Desde entonces, los líderes ortodoxos de Rusia mostraban su preocupación por los cristianos perseguidos. Ese mismo año, Putin se reunió con ellos, quienes le informaron del trato hacia los cristianos, especialmente en el mundo islámico (Ibrahim).
En enero de 2019, el Patriarca Griego Ortodoxo de Antioquía, Yohana X, le agradeció a Rusia por su contribución en la lucha contra los grupos terroristas, y también al Patriarcado de Moscú por su apoyo en la reconstrucción de santuarios y monasterios, como el de Santa Tekla, en Maaloula, Damasco (Fides, 2019). El Patriarca recibió una delegación de parlamentarios rusos que visitaban Damasco, y fue ahí donde les reiteró sus agradecimientos. Anteriormente, en 2017, Putin había dicho que Rusia ayudaría a reconstruir iglesias y establecer la paz en regiones sirias que históricamente han sido cristianas (Maza, 2017). En aquella reunión, el mandatario ruso afirmó que el conflicto en Siria se estaba apagando, y que Rusia estaba ayudando al ejército sirio a liberar gran parte del territorio, incluyendo zonas cristianas históricamente. Además, dijo que ayudarían también a musulmanes, que sufrían de manera terrible a manos de los terroristas, y que sitios judíos también se verían restaurados.
El establishment político en los países occidentales es hostil hacia Rusia, mientras que el establishment religioso tiene más puntos en común con dicho país (Baunov, 2016), o al menos, no condena directamente a Putin. Es el caso con el Papa Francisco, que solamente llama a la paz en Siria y en Ucrania, sin condenar a algún bando en específico (Reese, 2017, pág. 1).
El Papa Francisco habla de manera cuidadosa en asuntos internacionales, aunque es contundente a la hora de condenar el armamentismo, la resolución de conflictos mediante el uso de la fuerza, y el maltrato hacia los refugiados y migrantes (Reese, 2017, pág. 1). También ha hablado de la necesidad de combatir el cambio climático, apoyando los Acuerdos de París, y mostrado su preocupación por el creciente nacionalismo, llegando a una disputa con Trump acerca de la inmigración.
Como antes se ha mencionado, el Papa Francisco no condena a nadie en los conflictos de Siria y Ucrania, sino que su condena va hacia la “masacre inaceptable” que toma lugar en el país árabe (Reese, 2017, pág. 1). Hay que recordar como al inicio de su pontificado llamó a una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, que tomó lugar el 7 de septiembre de 2013. Este evento pretendía evitar que Barack Obama bombardeara Siria en respuesta al ataque químico de Ghouta, perpetrado supuestamente por Bashar al-Assad. Posteriormente Obama y Putin negociaron, y este último acordó eliminar el arsenal químico de Siria. Las cosas fueron distintas cuatro años más tarde, cuando Trump bombardeó la base de la cuál habían partido los aviones que usaron las armas químicas.
De acuerdo al portal ruso Vzgliad, Moscú y El Vaticano han participado de un juego geopolítico, que podría hacer que se conviertan en aliados situacionales (RT Noticias, 2017). Estos movimientos se centran en la construcción de relaciones entre Donald Trump y Vladimir Putin, teniendo El Vaticano posiblemente un papel importante, e interesante, en estos reacomodos. Esto podría ir más allá del Medio Oriente, sino que podría extenderse a Europa.
Tanto El Vaticano como Moscú tienen la misma línea política sobre Oriente Medio, que incluye la desconfianza hacia los rebeldes “moderados”, la protección de los cristianos en la región, y el apoyo a Bashar al-Assad, aunque en el caso de la Santa Sede no es tan explícito (RT Noticias, 2017). Tanto el Kremlin como la Santa Sede temen la balcanización de la región, aunque por diferentes motivos. El Papa Francisco ha llamado a que se resuelva por la vía diplomática el conflicto, y ha apoyado propuestas de cese al fuego. También ha llamado a que se de ayuda a los refugiados, así como a aquellos que aún están en la zona de guerra. Sobre todo, le preocupa el destino de los cristianos en caso de que al-Assad fuera derrocado (Reese, 2017, pág. 1).
La cercanía entre Moscú y El Vaticano va más allá del Medio Oriente, sino que también se trata de los “valores morales (Franco, 2014)”, siendo que Putin podría ser el más ferviente crítico acerca de la “secularización” de Europa
La Santa Sede y el Kremlin podrían estar de acuerdo en dichos puntos, sin embargo, en algunos círculos del Vaticano, los duros métodos que utiliza Putin para imponer dichos valores han creado escándalo y vergüenza. Sin embargo, no por esto deja de ser realidad que la declaración de solidaridad del Papa Francisco con los cristianos orientales encaja con la política doméstica del Kremlin de guardián de los valores tradicionales, y su política exterior de apelar a los europeos conservadores, atacando a sus líderes “impíos” (Standish & Soloway, 2016). Todo esto le sirve a Putin para su política interior. No le importa tanto el Vaticano, sino que pretende crear una identidad rusa fuerte contra la inmigración islámica de los antiguos países soviéticos.
Sin embargo, esta cercanía entre Moscú y El Vaticano podría deberse también a que Aleksandr Aydeyev, el embajador ruso ante la Santa Sede, hizo lobbying tanto para su gobierno como para la Iglesia Ortodoxa Rusa (Reese, 2017, págs. 1-2). El embajador habló también con obispos italianos, y puede ser que el hecho de que El Vaticano suavice su política en cuanto a Siria y Ucrania es para no tener disgustos con el Patriarca Ortodoxo, siendo que Francisco pretende acercarse más a la Iglesia Ortodoxa. Además, también le preocupa el alienar a Putin, que podría acabar con cualquier intento de mejorar las relaciones entre ambas Iglesias. Además de eso, Francisco considera que si toma un bando, luego no podrá jugar el rol de mediador.
La reconfiguración geopolítica, y el acercamiento, es calificada de positiva para algunos, con Trump en la Casa Blanca, siendo el principal interés la estabilización del Medio Oriente (RT Noticias, 2017), y se afirma que la Iglesia Católica siempre tuvo interés en que la región fuera controlada por Rusia, en especial por temas espirituales. Lo único que parece ser cierto, y en el que ambas partes concuerdan, es que el balance de poder en la región se ha acabado, y que se va a crear uno nuevo (Franco, 2014). Esto no significa que el Papa prefiera a Rusia por sobre Estados Unidos, sino que solamente es un reacomodo, y subraya el deseo del Vaticano de pintar nuevas líneas en el tema de la diplomacia y el diálogo. Además, parece ser que la alianza entre Rusia y El Vaticano en cuanto al Medio Oriente continuará durante un tiempo indeterminado, mientras que Occidente se rehúse a aceptar los cambios en la región con claridad y urgencia estratégica.
La principal prioridad que Moscú y El Vaticano tienen es la situación de los cristianos en el Medio Oriente (Standish & Soloway, 2016). Cuando los jefes de las respectivas iglesias se juntaron, el Metropolitano Ilarion, jefe de política exterior de la Iglesia Ortodoxa, comentó que la situación en Medio Oriente, y el Norte de África, así como África Central, lugares donde extremistas islámicos están llevando a cabo un genocidio contra los cristianos, requiere la cooperación de ambas iglesias. En 2016, cuando se dio dicho encuentro, que fue el primero en toda la historia, aún se disputaba en Washington y Bagdad si las acciones contra los cristianos eran un genocidio (Estados Unidos lo reconoció un mes después), el Papa y el Patriarca tenían eso por cierto. Además, Francisco afirmó que Vladimir Putin era el único en el que se podía confiar para defender a los cristianos en Oriente (Sputnik, 2016), y es por eso que el Papa le ha estado pidiendo ayuda al mandatario ruso.
Tanto el Kremlin como la Santa Sede han visto con malos ojos la política occidental hacia el régimen de al-Assad, en especial a la hora de juzgar el envío de armas a los rebeldes “moderados”, que ambos temen que hayan sido infiltrados por extremistas islámicos, incluso por grupos afiliados a al-Qaeda (Franco, 2014).
El Vaticano y Moscú no ven a al-Assad como alguien ideal, sino que reconocen también que es un dictador, pero en ausencia de una alternativa, es el mal menor en comparación a los islamistas radicales
Con ocasión de la cumbre del G-20, celebrada en San Petersburgo en 2013, el Papa Francisco le escribió una carta a Vladimir Putin (RT Noticias, 2013), en la que le pedía a los estados miembros del G-20 no ser indiferentes ante el sufrimiento del pueblo sirio. También lamentaba que los intereses unilaterales prevalecieran, evitando la búsqueda de una solución. En dicha carta, también pedía a los líderes que hicieran a un lado sus conflictos, y dejaran de buscar una solución militar. Francisco resaltó que era urgente poner fin a la violencia, y llevar ayuda humanitaria a la población, y promover iniciativas que llevaran a una solución pacífica del conflicto (Asia News, 2013), en la que las negociaciones tuvieran en cuenta los diferentes componentes étnicos y religiosos de Siria.
El Vaticano es consciente que el clero por lo general, desde sacerdotes hasta arzobispos y patriarcas, son pro Assad, temiendo el ascenso del fundamentalismo islámico (Franco, 2014). Son distintas las razones que hacen que Moscú y El Vaticano vean la balcanización de la región como algo negativo, y pretenden poner todos los medios para evitarlo. Esta preocupación está basada en lo sucedido en Iraq tras la invasión en 2003, donde lo que sucedió fue un éxodo masivo de cristianos por la violencia y luchas sectarias que amenazaban a sus comunidades (Coleridge, 2012). Las minorías, que además de cristianos, son los alauitas, los drusos, entre otros, temen la islamización de Siria en caso del derrocamiento de al-Assad. El padre Paolo Dall´Oglio, sacerdote cabeza del monasterio sirio Mar Musa al Habashi, que después fue secuestrado en Raqqa (posiblemente por el Estado Islámico), decía que el régimen de al-Assad era percibido como un régimen secular que garantizaba la inclusión. Por eso, los cristianos apoyan más que se hagan reformas graduales, mientras que al-Assad permanezca en el poder.
Con los acontecimientos en la región, algunos temían que llegase el fin del rol que el cristianismo en Medio Oriente jugaba como puente histórico entre diferentes fes y culturas (Franco, 2014), y aunque esto no sucediera, lo que si sucedió fue que las tensiones entre los grupos religiosos incrementaron de manera significativa.
El Vaticano y Moscú no ven a al-Assad como alguien ideal, sino que reconocen también que es un dictador, pero en ausencia de una alternativa, es el mal menor en comparación a los islamistas radicales (Franco, 2014), sirviendo de ejemplo lo sucedido en el Magreb y Egipto, dónde la Primavera Árabe trajo el ascenso de los radicales, y eso ha perjudicado a los cristianos de la región. En Siria, musulmanes y cristianos han convivido de manera armoniosa, y estos últimos han tenido un lugar seguro a diferencia de otros lugares de Medio Oriente. La preocupación de Kiril ha sido que si los sunitas llegaran al poder, este balance se vería alterado, además de que podría llevar a Siria a la fragmentación (Coleridge, 2012).
La carta enviada a Putin por el Papa Francisco era un reconocimiento del rol que jugaba Rusia en Medio Oriente, también temiendo la fragmentación, considerando la creación de naciones unipartidistas, o de una sola religión, como potenciales factores que llevan al riesgo de más guerras (Franco, 2014).
La perspectiva no europea del Papa Francisco es evidente a la hora de hablar de la persecución a los cristianos en Medio Oriente, afirmando que “hay más mártires en la actualidad que en los primeros siglos de la cristiandad (Baunov, 2016)”. Esto dicho en agosto del 2015. Putin ha hablado de manera similar, afirmando que teme que el Medio Oriente se vea vacío de sus antiguas comunidades cristianas.
La preocupación del Vaticano acerca del destino de los cristianos en un posible derrocamiento de al-Assad le lleva a buscar una solución diplomática al conflicto (Reese, 2017, pág. 2), que considera que sería lo mejor para los cristianos. Hay suficiente pragmatismo en la Santa Sede para entender que cualquier resolución pacífica del conflicto necesita el apoyo de Rusia, donde Putin se presenta como el defensor de los cristianos ortodoxos en Medio Oriente.
En ausencia de una alternativa viable, al-Assad aparenta ser un mal menor, comparado a los islamistas radicales (Franco, 2014). El Vaticano no tiene tropas, lo cual explica su búsqueda de una potencia que pueda defender a los cristianos en tiempos difíciles. Por su parte, Rusia está activa en Medio Oriente, con influencia y hard power, mientras que Occidente ya no tiene la presencia que tenía antes, siendo esta ahora casi nula. Además, Putin es alguien que no desprecia una oportunidad cuando la ve, y además de proteger a los ortodoxos en el mundo árabe, incluye a los católicos.
En una conversación telefónica, Putin y el Papa intercambiaron opiniones acerca de la protección a las comunidades cristianas en la región (Sputnik, 2016). En esa conversación de 2016, abordaron la importancia de mantener el diálogo confesional para la solución de conflictos.
Vladimir Putin ha también jugado en las relaciones entre el Patriarca de Moscú y todas las Rusias, Kirill, y el Papa Francisco. Por ejemplo, el encuentro entre ambos no se habría dado sin la bendición del mandatario ruso (Baunov, 2016). Y también ha mediado entre las iglesias ortodoxas. Un ejemplo de esta mediación fue en 2007, en la reunificación del patriarcado de Moscú, leal a la URSS, con la Iglesia Ortodoxa Rusa fuera de Rusia, que se formó durante el exilio después del nacimiento de la Unión Soviética. Además, Putin se vio beneficiado de la reunión entre Kirill y Francisco, para mostrar que la élite religiosa occidental es más afín a él que la élite política.
En el encuentro entre Francisco y Kirill, después de una reunión de dos horas, los clérigos sacaron una declaración de treinta puntos, en la que abarcaban el futuro del cristianismo en Europa, la persecución a los cristianos en Medio Oriente, y la historia de división entre las dos iglesias en Ucrania (Standish & Soloway, 2016). Este reacercamiento en dicha reunión tuvo tanto tintes geopolíticos como religiosos, y se enfocó en dos lugares de interés en particular: el Medio Oriente y Ucrania.
Cabe mencionar que ambas iglesias están de acuerdo en los fines, pero no en los medios. Mientras que la Iglesia Ortodoxa Rusa apoya la campaña militar de Putin en Siria, la Iglesia Católica llama a una solución pacífica de los conflictos en Iraq y Siria (Standish & Soloway, 2016). Hay interés en la cooperación, aunque no se sabe la manera en la que los cristianos de Siria se verían beneficiados. Sin embargo, hay preocupación en Occidente por dicho acercamiento. La reunión con la cabeza de una iglesia que ha dado apoyo explícito a la intervención en Siria, podría significar que el Vaticano da aprobación inadvertida de los movimientos rusos, y esto le daría credibilidad a Putin. Además, la Iglesia Ortodoxa Rusa sale ganando con este encuentro, buscando posicionar a Rusia como el defensor de los cristianos perseguidos en el mundo. Tanto Francisco como Kiril han llamado a la comunidad internacional a buscar “el fin del terrorismo y la violencia, y al mismo tiempo contribuir a través del diálogo para un rápido regreso a la paz” (Reese, 2017, pág. 3)
Putin describió también su campaña en Siria como un esfuerzo para defender a la comunidad cristiana de dicho país (Shuster, 2016). También obtuvo ganancias con la reunión entre Francisco y Kirill. Estos, en su declaración llamaron a la comunidad internacional a detener el éxodo de cristianos en Iraq y Siria. Para el mandatario ruso, el premio fue demostrar que Rusia no estaba aislada, y también mostraba la importancia que este país tiene como defensor de los cristianos alrededor del mundo.
Sin embargo, en Occidente hay quienes no compran esta reunión entre Kirill y Francisco, calificándola de propaganda rusa para bajar la temperatura en las relaciones Rusia-Estados Unidos (Weiss M. , 2018), con el disfraz de solidaridad inter denominacional. De acuerdo a Weiss, Francisco no puso su nombre al lado del nombre del Patriarca. El borrador fue preparado por el Departamento para las Relaciones Exteriores de la Iglesia, y se concentraba en las relaciones entre Rusia y EUA, enfatizando la necesidad de una reunión entre Trump y Putin para resolver la crisis en Siria, refiriéndose principalmente a la premisa que posiciona a al-Assad como supuesto defensor de los cristianos.
* Egresado de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad del Valle de Atemajac
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