Las atrocidades, asesinatos, violaciones, despojos y abusos a los cuales los armenios otomanos se vieron sometidos durante el periodo denominado Medz Yeghern (Gran Catástrofe) y que dejó entre un millón y millón y medio de armenios muertos, recibieron amplia atención diplomática y mediática durante el periodo en que se gestaron y perpetraron. Basta consultar en una hemeroteca la prensa estadounidense, francesa, alemana e inglesa (incluso latinoamericana) de la época y leer los cables diplomáticos que cónsules y embajadores enviaron a sus cancillerías y en los cuales describen con detalles el sufrimiento armenio.
Las sociedades occidentales estaban, por lo tanto, muy conscientes de la tragedia, tan es así que durante la Primera Guerra Mundial el ciudadano estadounidense promedio pedía a sus hijos que comieran todas sus verduras pensando en aquellos “hambrientos armenios” que recibían ayuda humanitaria del gobierno de Estados Unidos. El propio Theodore Roosevelt explicaba en mayo de 1918 que “debimos ir a la guerra porque no hacerlo era demostrar mala fe hacia nuestros aliados y ayudar a Alemania y también porque las masacres de armenios fueron los peores crímenes de la guerra y no actuar en contra de Turquía significaba condenarlos”.
Thomas de Waal en su libro “Great Catastrophe. Armenians and Turks in the Shadow of Genocide” publicado en el 2015 ofrece una perspectiva amplia, apolítica y con bases históricas que describe los hechos históricos sobre los cuales la identidad armenia y turca contemporánea han desarrollado posturas divergentes y narrativas enfrentadas y delinea los canales por los cuales ha transitado la memoria colectiva armenia y turca en relación a este hecho traumático.
Niña armenia muerta en un campo de refugiados en Alepo
De Waal demuestra que el destino del conocido millet-i sadika (la nación leal), término con el que se denominaba a la comunidad armenia del Imperio Otomano, sería 1891 en el cual el Sultán Abdul-Hamid II formó las milicias Hamidiye integradas principalmente por kurdos leales al Imperio y con las que buscaba enfrentar a armenios con kurdos y al mismo tiempo debilitar la unión política intra kurda. Estas milicias Hamidiye, financiadas, armadas y entrenadas por la Sublime Puerta, masacraron impunemente por dos años a armenios en la zona de Anatolia oriental y a partir de ese momento los armenios otomanos estarían atrapados entre dos violencias: las del Imperio y las de sus propias milicias radicales entre las que destaca Dashnaktsitiun (Federación Revolucionaria Armenia) fundada en la ciudad de Tbilisi en 1890 y que cobraría fama por sus atentados terroristas principalmente en la década de los setenta.
El libro muestra cómo después de la revolución de los Jóvenes Turcos de 1908, que introdujo cambios constitucionales al Imperio, la situación de los armenios no hizo más que empeorar, prueba de lo anterior fueron las masacres sufridas por los armenios en Adana en 1909. La entrada del Imperio Otomano a la Primera Guerra Mundial y especialmente la derrota sufrida por las fuerzas otomanas a manos de los rusos en la batalla de Sarakamish de diciembre de 1914, se sumaron a la convicción colectiva musulmana de que los armenios habían traicionado al imperio al aliarse con la Rusia zarista. De ahí a la persecución total habría sólo un paso.
El paso decisivo, y que marca la fecha en que se conmemora el genocidio, se dio el 24 de abril de 1915 cuando se arrestó a los principales líderes e intelectuales de la comunidad armenia en Estambul, siendo algunos de ellos ejecutados posteriormente. La entrada de las fuerzas rusas en la ciudad de Van el 23 de mayo y la condena por parte de Gran Bretaña, Francia y Rusia al Imperio por “crímenes contra la humanidad” sólo acrecentaron la animadversión de los súbditos musulmanes hacia los cristianos en general y a los armenios en particular.
Mapa del genocidio armenio
En ese contexto se ubica la decisión del 21 de junio del mismo 1915 de Talat Pasha de deportar a todos los armenios de las provincias otomanas del este y enviarlos en condiciones infrahumanas al desierto sirio. En el verano de 1916 se registraron matanzas masivas de armenios en la región de Der Zor en Siria cerrando el capítulo más trágico en la historia del pueblo armenio al dejar más de millón y medio de muertos.
Sólo una décima parte de la otrora influyente comunidad armenia otomana sobrevivió en tierras turcas ya que el resto resultó asesinado o exiliado. Los sobrevivientes se desperdigaron por Europa, Estados Unidos, América Latina, el Cáucaso y Rusia dando forma con sus descendientes a una de las diásporas más importantes, influyentes e interesantes de la actualidad.
El libro de de Waal se explaya en el periodo post genocidio en el cual tanto la diáspora armenia como el gobierno turco se enfrascaron en un enfrentamiento diplomático, político y académico que se ha mantenido hasta nuestros días. De Waal da su lugar a iniciativas que valientes armenios, turcos y kurdos han establecido para lidiar con la carga del pasado y asumir una postura que permita llegar a un acuerdo que permita que las nuevas generaciones logren una reconciliación sobre los hechos históricos y dejen atrás la sombra de un genocidio que marcó el siglo XX y define las identidades de armenios y turcos hasta nuestros días.
Las políticas y decisiones que los líderes de la diáspora armenia han tomado en relación a la forma en la cual la memoria del genocidio delimitan las relaciones entre la República de Turquía y la República de Armenia son analizadas por de Waal como un ejemplo más de que los intereses diaspóricos no siempre coinciden con las políticas oficiales del homeland, en este caso los de una República de Armenia muy condicionada por un escenario regional desfavorable y que han posicionado al país en una situación de dependencia en relación a Rusia y a su propia diáspora.
Como Michael Lemmon, ex embajador de Estados Unidos en Armenia, sostuvo el libro de Thomas de Waal es un esfuerzo honesto por entender los eventos que rodearon al genocidio armenio y sus consecuencias escrito con empatía y respeto por las víctimas y su memoria.