Los desafíos de Siria son mayores que los que Libia enfrentó en 2011

por | Ene 7, 2025 | Blog, Entrevistas | 0 Comentarios

Tim Eaton

Publicado en Chatham House. Prohibida la reproducción sin su autorización

La rápida y completa capitulación del régimen de Assad en Siria demuestra lo rápidamente que los sistemas políticos frágiles pueden transformarse.

Los sirios han ganado el derecho a celebrar la caída de este régimen asesino, cuyas atrocidades aún están saliendo a la luz. Siria se encuentra ahora en medio de una transición incierta, con demasiados posibles resultados como para hacer predicciones con un nivel razonable de confianza.

Políticos de la región y más allá han expresado sus esperanzas para una nueva Siria, aunque con cautela, dada la complejidad de la situación. También han ofrecido experiencias de otros estados afectados por conflictos como advertencia.

El secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Lammy, por ejemplo, manifestó al Parlamento el 9 de diciembre: «No queremos que Siria se convierta en algo como Libia… fragmentada y vulnerable a diferentes grupos terroristas».

Desafíos mayores

De hecho, la magnitud del desafío que enfrenta Siria es mayor que el que confrontó Libia en 2011. El líder libio Muamar Gadafi fue derrocado tras menos de un año de conflicto que costó miles de vidas. Pero, con su muerte, gran parte de la infraestructura del país permaneció intacta. Los rebeldes libios exportaban petróleo incluso antes de su derrocamiento.

Las divisiones sociales y las brechas comunitarias son significativamente más profundas en Siria en 2024 que en Libia en 2011.

La revolución de Siria llega tras más de una década de conflicto brutal, que ha devastado gran parte de la infraestructura del país, creado una crisis masiva de refugiados y elevado el número de muertos a más de 600,000.

Otra diferencia importante es la estructura de la economía siria. Bajo severas sanciones, el remanente de la «Siria útil» de Assad se convirtió en gran medida en un narcoestado mediante la producción de anfetaminas. Otras áreas del país operaban efectivamente como si hubiera una partición formal. Partes del norte de Siria usan la lira turca como moneda.

La infraestructura petrolera de Siria está concentrada en áreas controladas por los kurdos, pero Siria no es un gran exportador. Esto significa que no existe una infraestructura nacional amplia en la que todas las partes tengan un interés económico compartido. En Libia, en contraste, las autoridades rivales sabían que la economía de su país dependía de la infraestructura petrolera y de gas, lo que fomentó cierto nivel de interdependencia.

Un panorama de seguridad fracturado

Quizás el paralelismo más claro entre Libia y Siria sea el panorama de seguridad. En ambos países, una amplia variedad de grupos armados controla porciones de territorio. Se ha hablado mucho de Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) y el camino de su comandante, Ahmed al-Sharaa, de afiliado de al-Qaeda a líder nacional de facto.

Ahmed Al-Sharaa

Sin embargo, ahora debe enfrentarse a una gama de facciones armadas con intereses enraizados y conflictivos, desde el Ejército Nacional Sirio respaldado por Turquía hasta las Fuerzas Democráticas Sirias kurdas.

En Libia, los esfuerzos para llevar a los grupos armados bajo el control de los ministerios de defensa e interior han fracasado.

En cambio, lo que ha ocurrido ha sido, en gran medida, lo contrario: los grupos armados han ejercido influencia y control sobre las instituciones estatales, en lugar de que las instituciones estatales los controlen a ellos.

Casi todas las facciones en Libia están afiliadas al estado, lo que las convierte –al menos en teoría– en fuerzas regulares.

Sin embargo, sus cadenas de mando originales y rivales permanecen, y poderosos comandantes cooperan y compiten con funcionarios dentro de un entorno altamente securitizado. Como resultado, los rivales políticos han buscado apaciguar a los grupos armados proporcionando recursos y desarrollando alianzas informales.

La reciente declaración de Sharaa de su intención de disolver las facciones armadas de Siria y llevar a los combatientes bajo el ministerio de defensa tiene el potencial de evitar tal resultado. Pero existen interrogantes significativos sobre cómo se podría lograr su objetivo, particularmente dada la falta de consenso entre los diversos grupos rebeldes.

Si los eventos en Libia sirven de guía, tales esfuerzos serán altamente desafiantes y podrían desencadenar conflictos entre facciones rivales.

Intervención externa

El liderazgo de Sharaa también estará fuertemente influido por la postura de estados externos. En Libia, actores extranjeros han construido asociaciones con facciones rivales, frustrando los esfuerzos de la ONU para celebrar nuevas elecciones y llevando a la creación de centros de poder rivales.

Las Fuerzas Armadas Árabes Libias de Khalifa Haftar –que tenían una relación amplia con el régimen de Assad– desarrollaron su dominio en el este y sur de Libia gracias al extenso apoyo de estados como los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y, en los últimos años, Rusia.

Haftar recibió este apoyo a pesar de haber sido marginado de un acuerdo político de la ONU en 2015, lo que demuestra que los patrocinadores externos pueden revitalizar las fortunas de las facciones locales.

Mientras tanto, las facciones en el oeste de Libia han desarrollado asociaciones con Turquía. El único ámbito en el que los militares occidentales han participado es en la lucha contra el terrorismo, aunque eso podría ser más problemático en el contexto sirio, dado el pasado de Sharaa.

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