La geopolítica puede darnos la clave para comprender la complejidad del conflicto más allá de los esfuerzos de marketing que cada parte interesada toma para vendernos la historia de acuerdo con su concepción.
Nuestra época puede definirse como la época de la geopolítica.
Por cierto, también hay otras definiciones. Hasta hace poco, estaba de moda utilizar el término «era posmoderna», pero la reacción contra la globalización y el retorno del nacionalismo lo convierte en un concepto menos relevante.
Parece que a la luz de los desarrollos actuales, el concepto de «choque de civilizaciones» acuñado por el intelectual estadounidense Samuel Huntington parece más adecuado a la comprensión del mundo actual, y puede agregarse que, en su opinión, hay muchos ecos proféticos. Sin embargo, los cambios de gobiernos y de políticas siguen otras líneas, además de las influencias culturales.
Otro concepto antiguo que todavía no está de moda en los círculos académicos y periodísticos es el de «guerra interimperialista» que puede proporcionar alguna explicación para la división del poder y la riqueza en el mundo, pero debido a que esta percepción pertenece a un mundo que ya ha desaparecido (las guerras del siglo XX y la Guerra Fría), tiene poco potencial explicativo hoy.
La geopolítica es una disciplina fundada en 1900 por el geógrafo sueco Rudolf Kjellen, quien comparó la conducta de los países a través de su análisis topográfico y cómo afecta la geografía los acontecimientos políticos, comerciales y las guerras a lo largo de la historia. Si intentamos usar el término para explicar intereses contrapuestos no signados exclusivamente por la geografía y la topografía, no podremos explicar nada en absoluto. Por ejemplo, tomemos uno de los casos geopolíticos más controvertidos de nuestro tiempo: Venezuela.
Venezuela como desafío para el entendimiento
Venezuela se encuentra ahora en el centro de un conflicto geopolítico entre dos bloques principales: los Estados Unidos contra Rusia, China e Irán, y los partidarios del presidente Maduro y sus aliados, ya sean periodistas o académicos, explican la situación crítica del presidente y el país con motivos relacionados con el concepto de geopolítica.
En el bloque de partidarios de los Estados Unidos, los más militantes e ideológicos piensan que Venezuela ha caído bajo una conspiración castrista-comunista que oprime a su gente que aspira a su libertad. Este es un esquema ideológico heredado de la Guerra Fría.
Aquellos que dan explicaciones aparentemente menos militantes, tratando de explicar la situación con las herramientas de la geopolítica, parecen más complejos, pero no están lejos del partidismo militante descrito. De los partidarios de los Estados Unidos, argumentan que la grave crisis económica signada por la hiperinflación y la escasez es el resultado de una gestión deficiente de un populismo irresponsable que reparte el dinero sin considerar los altos costos que recaen en endeudamiento del país, y agrega que Rusia, China e Irán utilizan a Venezuela como plataforma para promover sus propios intereses.
Los partidarios del presidente Maduro explican las dificultades económicas de su gobierno debido al bloqueo impuesto por los Estados Unidos, acusando a la oposición de crear una atmósfera de inestabilidad sobre la base de la incitación constante y el odio a una figura presidencial, además de boicotear las instituciones gubernamentales y sabotear las cadenas económicas.
¿Quién «tiene razón» aquí? Mientras tanto, existe un discurso en Israel y en todo el mundo que se basa en muy poco conocimiento, y opta por lo general por la narrativa del bloque guiado por los Estados Unidos. Parece que solo hay una explicación, una que pertenece a uno o dos bloques del conflicto.
No porque no hayamos logrado interpretar lo que está sucediendo, sino porque en la gente ya existe una postura ideológica espontánea heredada. Una ideología que sigue siendo un legado de la Guerra Fría (comunismo versus liberalismo, izquierda contra derecha, etc.), incluso si es un legado obsoleto pero paradójicamente perdurable, se trata principalmente de una actitud refleja del ciudadano que manifiesta su opinión posición bajo la influencia del medio social y económico en el que vive.
Regreso al concepto de geopolítica
Si utilizamos la geopolítica como un concepto clave para explicar la situación de Venezuela desde el punto de vista partidista ideológico de una de las partes en el conflicto, sería inútil. ¿Pero qué pasa si se usa para explicar ambos lados en el conflicto? La geopolítica puede darnos la clave para comprender la complejidad del conflicto más allá de los esfuerzos de marketing que cada parte interesada toma para vendernos la historia de acuerdo con su concepción.
Las muchas fuerzas que se dibujan en diferentes direcciones, que están compuestas por percepciones e intereses en conflicto, hacen que sea imposible comprender el conflicto, especialmente en una época en que el mundo está compuesto por partidos que no reflejan su plataforma, sino que intentan atraer la atención de la audiencia a través de trucos baratos y actuaciones circenses.
Confusión y carnaval ideológico
Trump recientemente amenazó con imponer sanciones económicas contra Turquía en caso de que se atreva a perseguir al pueblo kurdo. El mismo presidente, considerado conservador o de derecha, que es criticado por la izquierda tan pronto como se imponen las sanciones a Cuba o Venezuela, está protegiendo un pueblo conocido por su aspiración a una autonomía progresista. De repente, algunos partidarios que afirman presentar una posición socialista han llegado a una situación absurda en la que no apoyan medidas en beneficio de los kurdos debido a su aversión a Trump. Además, el liderazgo de la Unión Europea que afirma ser el más avanzado en su progresismo no es criticado por la izquierda (liberal o radical) por sus esfuerzos para hacer negocios con el régimen terrorista islámico de Irán, lo que representa una amenaza real para esos valores que la izquierda defiende.
Por otro lado, ante la creciente amenaza islámica en Europa, las fuerzas de izquierda que debieran luchar y denunciar el fenómeno son las que desean permanecer en silencio, mientras que la derecha y la extrema derecha advierten constantemente del peligro real. Además, se han formado alianzas políticas entre organizaciones izquierda y organizaciones radicales islámicas para prevenir el avance de las posiciones de derecha en Europa. Hoy en día, parece que hay personas con posiciones de izquierda que buscan reducir los fenómenos nacionalistas o religiosos-cristianos como una estrategia necesaria de «defensa» contra la amenaza islámica. Una contradicción que no se quiere ver y trae consecuencias nefastas.
Así, somos testigos de cómo se escribe –y hace- la historia (astutamente, con un baile de máscaras carnavalesco que sería una delicia para el filósofo alemán Hegel), con el apoyo acrítico y alienado de las masas, del que todos somos parte, en mayor o menor medida. El siglo XX fue un laboratorio de ideologías políticas, y tras la larga siesta ideológica producida tras la caída del Muro de Berlín y el auge de la globalización, nos despertamos con este baile confuso de máscaras, lleno de ruido y furia, y la ausencia de propuestas innovadoras. Pensamos sin embargo, como decía Leonard Bernstein, que en toda grieta atraviesa una luz.