Quizás los lectores se vean un poco sorprendidos por el título, pero es lo que refleja la composición del nuevo gobierno. Correcto, el primer ministro Naftali Bennett proviene de la derecha nacionalista y religiosa, pero su ideología política no puede determinar totalmente la identidad de la coalición gobernante, que está compuesta por elementos de centro derecha, centro izquierda, izquierda e incluso islamistas.
La caracterización del actual gobierno como “ultranacionalista” por parte de la prensa extranjera obedece a un desconocimiento del sistema político israelí. En la mayoría de los sistemas parlamentaristas del mundo, una mayoría simple que triunfa determina el signo político del gobierno (derecha, izquierda, etc), mientras que en Israel el sistema, caracterizado como “ultra representativo”, obliga a la parte triunfante a realizar coaliciones con partidos pequeños y eso conlleva negociar cuotas de poder que pueden complejizar el signo político, pudiendo haber en un mismo gobierno ministros con ideologías opuestas.
De este modo, el nuevo gobierno de Bennett, es el más diverso en décadas, en el que lo componen más mujeres y minorías. El ministro de Salud es Nitzan Horowitz del partido de izquierda Meretz, quien además es gay y anunció como primera medida terminar con la discriminación a los donantes de sangre reconocidamente homosexuales. Miri Regev, la tradicional política de derecha, cedió su puesto de ministra de Transportes a la jefa del laborismo Merav Michaeli, y declaró estar orgullosa que una mujer ceda un ministerio a otra.
La ministra de economía es Orna Barbivai (Yesh Atid), la ministra de Energía e Infraestructura, Karin Elharrar (Yesh Atid), la ministra de Aliá e Integración, Pnina Tamano-Shata (Yesh Atid, de origen etíope). El ministro de Cooperación Regional, el árabe Issawi Frej (Meretz), el ministro de Asuntos Árabes de la Oficina del Primer Ministro, Mansour Abbas (Ra´am, religioso islámico), el Presidente de la Knéset, Miki Levy (Yesh Atid, hijo de kurdos). El druso Hamad Amar (Israel Beitenu), es viceministro de finanzas.
El fin de Netanyahu: el factor unificador
El ex primer ministro Benjamin Netanyahu, derrotado por sus maniobras para permanecer en el poder (ya todo el arco político se cansó de sus promesas mentirosas de compartir el poder, rotas de modo serial en los últimos dos años de conmociones políticas en las que arrastró al país a cuatro elecciones), dependía para gobernar de una alianza permanente con partidos religiosos ultraortodoxos y otros sectores de derecha extrema, lo que hacía más difícil ejecutar cambios progresistas demandados por la sociedad.
Netanyahu podía gobernar a sus anchas también gracias a la poca pericia o estrechez de miras de los demás partidos políticos, que se limitaban a reducir sus promesas a “Rak lo Bibi” (Sólo sin Bibi), apoyándose en el hartazgo que genera en el público la obsesión de Bibi de permanecer en el poder y sospechado de corrupción con varias carpetas de investigación abiertas.
El ahora ex primer ministro abusó tanto de sus maniobras mentirosas que finalmente ha logrado cohesionar al arco opositor en su contra. Es posible que la diversidad política de la nueva coalición pueda ser frágil, pero será una verdadera prueba de fuego para ser creativos y generar un consenso estable.
Netanyahu se retiró con ánimo vengativo, “prometo hacer del nuevo gobierno un infierno”. Probablemente, gracias al alivio que generó la retirada de su puesto dirigente tras 12 años, no haya ánimo de hacerle caso y sólo una minoría recalcitrante le seguirá el juego.
¿Qué tan “de derecha” es Bennett?
Naftali Bennett
Primero, para entender quién es Naftali Bennett, el primer primer ministro con kipá en la cabeza, debemos mencionar su procedencia política, el sionismo religioso.
El público también merece saber qué es el sionismo religioso, ya que el abanico político israelí es muy diverso y puede prestarse a confusión.
El sionismo es un movimiento secular, cuya meta es la autodeterminación nacional del pueblo judío. El sionismo religioso es una variante-respuesta del mundo religioso ortodoxo (nacida también en la misma época, en el siglo XIX) que se sintió conmovido por el hecho de que los únicos que emprendían el retorno a Sión eran seculares. El resto del mundo religioso veía a los sionistas como herejes porque sólo el Mesías traería la reunión de los judíos a su antigua tierra (y también porque el proyecto sionista era eminentemente secular y socialista). Los sionistas religiosos, a diferencia de los haredim (ultraortodoxos, reconocidos por su vestimenta negra) participan de toda la fábrica secular de la sociedad israelí: van al colegio, sirven en el ejército, estudian en la universidad. Y también son los líderes del movimiento de colonos.
En cuanto al aspecto teológico-cultural, son ortodoxos como los haredim pero por lógica más liberales al estar integrados a la vida social laica. El movimiento del sionismo religioso tiene a su vez varias vertientes y su demografía fue evolucionando con los años. Se lo puede caracterizar como “de derecha” puesto que culturalmente son conservadores, consideran que toda la tierra de Israel, incluyendo aquella en la que viven palestinos, le pertenece por derecho divino al pueblo judío. Sin embargo, hoy en día, estas características no representan ya a la mayoría del movimiento, que ha experimentado una evolución: existe una juventud religiosa LGBT, muchos buscan que la religión judía sea más abierta y sea menos estricta con las conversiones, e incluso consideran que el proyecto de colonización ya no es central en sus vidas (de hecho, la emigración de población israelí hacia los asentamientos en las últimas décadas es casi nula). Bennett representa a este último sector, que logró incluir a una mujer secular en su partido como dirigente (Ayelet Shaked), algo revolucionario en un partido religioso ortodoxo.
El triunfo de Bennett, signado por la alianza con sectores de derecha e izquierda laica, generó un quiebre en el sector más reaccionario y recalcitrante del sionismo religioso (representado por los extremistas Bezalel Smotrich e Itamar ben Gvir). Tan enojados están que han interrumpido el discurso de inauguración de Bennett con gritos e insultos.
Con respecto al conflicto con los palestinos, Bennett no ha contemplado en sus programas políticos la necesidad de un estado palestino. Sin embargo, su pragmatismo puede deparar sorpresas. Puede no haber un estado palestino en lo inmediato pero sí reforzar la cooperación económica y ampliar los derechos políticos y civiles como una ruta hacia algún tipo de compromiso no-final. Ya se sabe, tanto en Israel como en las elites dirigentes mundiales, que es un conflicto que no tiene solución, y que lo más viable de concretar son mejoras graduales hacia la convivencia y cooperación pacíficas.