El 5 de julio, lo que se supondría sería la primera marcha del orgullo gay en Tbilisi, fue cancelada por segunda vez debido a violentas protestas homofóbicas que se registraron en el centro de capital georgiana y que dejaron a cientos de personas heridas entre ellas más de cincuenta periodistas ante la mirada pasiva y cómplice de las fuerzas de seguridad y la cobardía de la élite política.
Tbilisi Pride
La turba de ultranacionalistas y homofóbicos impunemente atacó las oficinas del Tbilisi Pride y del Shame Movement, dos de las asociaciones civiles liberales encargadas de la organización de la marcha. En el ataque a dichas oficinas fue apuñalado un turista polaco que se encontraba en las cercanías pues los atacantes pensaron que era gay y que aún hoy, a más de diez días del ataque, continúa hospitalizado.
“თქვენს შორის მკვდარი იქნება”(Habrá muertos alrededor tuyo) le espetó Guram Palavandishvili, uno de los líderes de las protestas anti Marcha del Orgullo Gay en Tbilisi, a Mariam Nikuradze, periodista co fundadora y co directora de Open Caucasus Media, medio de comunicación que provee información, investigación y análisis independiente, objetivo y profesional sobre la región del Cáucaso en georgiano, ruso e inglés.
La amenaza de Palavandishvili, vociferada durante las agresiones homofóbicas descritas, se dirigía a los periodistas que cubrían las protestas y violencia de la extrema derecha georgiana, pero podrían perfectamente dirigirse a la comunidad LGBTI de Georgia la cual en los últimos días ha estado bajo agresiones físicas y verbales por parte de los sectores homofóbicos y ultranacionalistas del país, alentadas por la cúpula de la iglesia ortodoxa del país y ante la mirada impotente (y a veces cómplice) del gobierno y las fuerzas de seguridad. Mariam Nikuradze logró salir ilesa de las protestas al ser escoltada por la policía, aunque su cámara fotográfica fue destruida y a pesar de ser una periodista curtida y experimentada que ha cubierto todo tipo de elecciones, protestas, huelgas y otras expresiones de la sociedad georgiana por más de una década, en sus propias palabras “nunca en mi vida profesional había sentido tan en riesgo mi seguridad personal y amenazada mi labor periodística”
Aleksandre (Lekso) Lashkarava
Aleksandre (Lekso) Lashkarava, un camarógrafo de TV Pirveli, no tuvo tanta suerte como Mariam Nikuradze. Lashkarava sería encontrado muerto en su casa por su madre el 5 de julio y si bien la policía georgiana ha anunciado una investigación al respecto todo apunta a que Lekso Lashkarava murió a causa de las lesiones que le propinaron manifestantes homofóbicos que ingresaron violentamente a las oficinas del Shame Movement en donde lesionaron gravemente a más de 50 periodistas de los cuales Lashkarava sacaría la peor parte al resultar con lesiones craneales graves que lo condujeron a su muerte días después.
La historia de Mariam Nikuradze y Lekso Lashkarava así como las protestas de la extrema derecha georgiana se enmarcan en una crisis política y social que afecta al país y en la cual las mujeres, periodistas y homosexuales (agregaría minorías étnicas y religiosas a la lista) son los chivos expiatorios de la frustración, intolerancia y violencia latentes en la Georgia actual.
Desde la recuperación de su independencia en 1991 Georgia ha tenido fuerzas dinámicas pro-Occidente y pro-Unión Europea que son patentes en sus políticas y lineamientos de relaciones exteriores en las cuales una adhesión al bloque europeo es central como lo demostró la firma del Acuerdo de Asociación UE-Georgia del 27 de junio de 2014 y que entró en vigencia en julio de 2016. Mucho ha avanzado el país hacia el objetivo de la integración europea como lo atestiguan los reportes anuales sobre la implementación de dicho acuerdo de asociación y que se pueden consultar aquí pero una sombra se cierne sobre Georgia y sus aspiraciones europeas y democráticas: el retorno de la extrema derecha, chauvinista, homofóbica y pro Moscú.
April Gordon, investigadora asociada en el programa Europa & Eurasia de Freedom House publicó “A New Eurasian Far Right Rising. Reflections on Ukraine, Georgia and Armenia” como parte del Reporte Especial 2020 de Freedom House y en el cual se detectan cuatro dinámicas centrales en relación a la nueva derecha radical en dichos países:
1- Mayor presencia y sofisticación de las asociaciones, movimientos y partidos de extrema derecha principalmente en países que implementan importantes y profundas reformas liberalizadoras y democratizadoras.
2- Si bien la potencia electoral de la extrema derecha en dichos países es limitada, han incrementado su presencia e influencia en espacios sociales y delineado y condicionado el discurso político en el cual las minorías (étnicas, religiosas y sexuales) han sido objeto de amenazas que han acabado limitando su capacidad de expresión social como el caso de la cancelación de la marcha del orgullo gay de Tbilisi demuestra.
3- La utilización instrumental de los grupos de extrema derecha por intereses religiosos, políticos y comerciales ha establecido un círculo vicioso en el cual se incentivan las demostraciones homofóbicas y chauvinistas cada vez más violentas desde círculos de poder específicos.
4- Mientras Ucrania cuenta ya con una extrema derecha altamente profesionalizada y visible, en Georgia y Armenia dichas agrupaciones están obteniendo victorias simbólicas y apropiándose del espacio y discurso público.
En el Cáucaso del sur, donde el camino a la independencia y democracia ha sido afectado, bloqueado e inhibido tanto por los conflictos intra regionales (golpes de Estado, guerras, levantamientos civiles) como por el intervencionismo ruso (Guerra ruso-georgiana 2008, invasión y ocupación de Abjasia y Osetia del sur, involucramiento en las dinámicas políticas de Armenia), los grupos antiliberales radicales y nacionalistas radicales antiglobalistas han instalado un discurso en el cual la defensa de “los valores tradicionales” y la idea de la pureza étnica del Estado que debe ser protegida incluso por métodos violentos han dejado de ser propios de grupos marginales y se han instalado en el centro del espectro político.
Si bien es cierto que los grupos de extrema derecha surgen en contextos sociales y políticos específicos también es cierto que comparten ciertas características comunes con otros grupos y movimientos allende sus fronteras nacionales que han generado lo que Gordon denomina “international linkages” y que en el caso de Georgia ha llevado a influencia y colaboración con grupos de extrema derecha de Rusia, Estados Unidos y Europa.
En su artículo “Who are right-wing forces that attacked Georgia’s LGBTIQ+ ?” publicado el 13 de julio en el portal euobserver Gillian Kane y Mariam Kvaratskhelia, afirman que sacerdotes y miembros de la Iglesia Ortodoxa georgiana participaron activamente en la violencia contra periodistas y activistas LGBTIQ+ mientras la policía observaba a la distancia.
Kane y Kvaratskhelia relatan cómo un día antes de la explosión de la violencia más de siete mil personas marcharon por las calles de Tbilisi portando banderas arcoíris hacia el Parlamento georgiano en lo que fue la muestra de apoyo al movimiento LGBTIQ+ más grande en la historia del joven país. Mientras se producía esa marcha el activista ultra conservador Levan Vasadze, uno de los organizadores de las agresiones del 5 de julio, llevó a cabo una conferencia de prensa en el Hotel Marriott de Tbilisi en la que anunciaba su ingreso en el escenario político del país. Sentado junto a Vasadze estaba Brian Brown, reconocido activista anti LGBT norteamericano y cercano al ex presidente Donald Trump. Brown trabaja en varios países para promover una agenda conservadora, antiliberal y antiglobalista por medio de su organización International Organization for the Family, la cual incluye al World Congress of Families.
Anton Bulukhia
Una voz que no puede dejar de ser señalada como una de los responsables, no sólo de la violencia desatada en julio sino de la instalación de un discurso intolerante y homofóbico es la Anton Bulukhia, Metropolitano de Vani y de la Diócesis de Baghdati, quien ha acusado a Estados Unidos y la Unión Europea de “forzar sus ideales derrochadores, obscenos y depravados” a la sociedad georgiana y alejar a los georgianos de sus valores religiosos tradicionales por medio de “opiniones deformadas”. Bulukhia ya ha emitido polémicos e intolerantes comentarios entre los que destaca los de mayo de este año cuando llamó a los periodistas “gremlins” y “vampiros de energía” mientras agredía a los periodistas de Mtavari Arkhi TV presentes. Las acciones y comentarios de Anton Bulukhia son respaldadas por varios líderes de la Iglesia Ortodoxa del país que se han erigido en críticos de las políticas de liberalización y democratización de gobiernos anteriores.
Una marca pro gay cancelada, activistas agredidos física y verbalmente, periodistas golpeados, intimidados y uno de ellos muerto por turbas homofóbicas y chauvinistas motivadas e incentivadas por el mismo Patriarcado Ortodoxo georgiano, policías y fuerzas de seguridad cómplices y un Primer Ministro, Irakli Garibashvili, que no sólo se abstiene de condenar la violencia sino que promete gobernar sólo para la mayoría y no a favor de ninguna minoría (en clara referencia a la comunidad gay del país).
Irakli Garibashvili
La situación es crítica y muy preocupante para el Estado georgiano en el cual se han abierto de par en par las puestas de la violencia, intolerancia, discriminación y homofobia y que ya tuvo en Lekso Lashkarava su primera (y probablemente no la última) víctima mortal. Los georgianos tienen ante sí un gran desafío: continuar con su lucha contra la corrupción, la consolidación de una república tolerante a la diferencia étnica, religiosa y de género, la recuperación del espíritu liberal y la anulación y marginación de aquellos que han instalado el miedo y la intolerancia en el corazón de muchos de ellos.
Al no expresar de manera clara y contundente una condena a la homofobia y agresión a la libertad de prensa en Georgia, la Unión Europea ha traicionado y decepcionado a aquellos georgianos que durante años han apostado al bloque europeo como una meta que permita al país y sociedad alcanzar estándares democráticos y sociales parecidos a los que disfrutan algunos países de la UE.
El empoderamiento en Georgia de las fuerzas intolerantes, chauvinistas, homofóbicas y que limitan la libertad de expresión y prensa sólo beneficia a aquellos países como Rusia, Irán y Turquía que ven con preocupación el avance de la democracia, la libertad de pensamiento y asociación e igualdad ante la ley. ¿Vamos a ignorar a los georgianos y su lucha?