Tu Bishvat, la fiesta judía ecológica

Lejos del discurso halájico religioso, esta celebración muy desconocida tanto para gentiles como para judíos debería ser destacada como inspiración y ejemplo a nivel mundial de conciencia ambiental

El pasado 15 de Shevat en el calendario hebreo – 9 y 10 de febrero en el gregoriano – se celebró la fiesta de los árboles en la tradición judía. Una celebración puramente ecológica y muy pertinente en esta era. Para darles una idea, Tu bishvat es el año nuevo de los árboles en la tierra de Israel. Si bien es una fiesta rabínica, es decir, establecida por los Sabios Judíos, es un festejo al proceso de la tierra: cuidar la tierra para que sea fértil, sembrar, regar, germinar, crecer, florecer…así hasta llegar el tiempo del brote de los frutos. Sin embargo, el mayor significado que le otorgamos a esta festividad es la conexión y simbología que trae consigo: se dice en la Torá (Biblia Hebrea) que el Hombre es como el árbol en la tierra. De ahí su transcendencia.

En la tradición judía se acostumbra a realizar un seder – cena festiva – con los frutos característicos de Israel: olivas, granadas, uvas, dátiles, higos, trigo y cebada. Evidentemente, no se puede dejar atrás la parte religiosa en la que se bendicen los alimentos y se reza por haber llegado a este tiempo, pero, lo que hay que resaltar es la doble connotación que se le enseña a cada persona: los frutos tradicionales del pueblo de Israel y festejar el tiempo en el que brotan los frutos. Adicionalmente, en Israel se acostumbra a sembrar árboles en esta fiesta. De hecho, hay varias organizaciones que organizan excursiones para plantar árboles como IsraelTrees.org.

El estado de Israel es un país que está enfocado en la reforestación, o más precisamente, en la búsqueda de transformar una tierra desértica en fértiles campos verdes. No es un secreto que más de la mitad de la topología es árida y por lo tanto infértil. Debido a eso, uno de los principales objetivos es convertir el territorio en uno abundante y rico ambientalmente.

Mientras las políticas de muchos estados alrededor del mundo están contribuyendo al cambio climático, la degradación ecológica, la muerte de ecosistemas, la exterminación de especies y demás males, Israel se lanzó desde su establecimiento a la contribución pro-ambientalista. Aquí el dato curioso: los bosques israelíes son el resultado de una gigantesca campaña de forestación del Fondo Nacional Judío Keren Kayemet Leisrael (JNF-KKL). Según fuentes, han sido plantados cerca de 240 millones de árboles en el territorio israelí desde su fundación en 1901. Entre ellos el bosque Yatir cerca al desierto del Néguev ocupando aproximadamente 30 kilómetros cuadrados.

Más allá del conflicto, de las posiciones políticas, de las críticas y/o el apoyo hacia la situación geopolítica israelí y en el Medio Oriente, hay que pensar sin prejuicios y de forma más filantrópica en la importancia y el valor que una cultura, un pueblo, una religión – entre muchas otras que también lo hacen – le dan a su hábitat. En esta fiesta se enaltece la naturaleza y como humanos nos asemejamos a ella, no somos superiores porque pertenecemos al mismo ecosistema. De aquella doble connotación mencionada anteriormente es simple y llanamente una cachetada o, en términos políticamente correctos, una llamada de atención a muchos países que no valoran, no festejan, no enseñan ni promueven la riqueza de sus países, de tu tierra. La segunda, tal vez más incorporada en la mentalidad del siglo XXI, es el interés por contribuir a la mejoría del medio ambiente. Más crucial aún, éste es un llamado a las comunidades judías alrededor del mundo para que se empapen de la magnitud de significados que esta fiesta aporta a cada individuo y el efecto de resonancia que va a generar a diferentes escalas.