¿Por qué los árabes odian a los palestinos?
Por: Dr. Mordechai Keidar
Por muchas razones, el mundo árabe no está interesado en absoluto en dar un estado a los palestinos y estos ni siquiera quieren uno, porque ¿por qué matar a la gallina de los «refugiados» que pone los huevos de oro?
En Israel y en gran parte del mundo occidental, tendemos a pensar que el mundo árabe está unido en su apoyo a los palestinos, que no quiere nada más que resolver el problema palestino dándoles un estado, y que todos los árabes y musulmanes aman a los palestinos y odian a Israel. Esta es una vista simplista e incompleta. Si bien es cierto que muchos, quizás incluso la mayoría, de los árabes y musulmanes odian a Israel, hay muchos que odian a los palestinos por igual.
Su odio a Israel se debe a su éxito en sobrevivir a pesar de las guerras, el terror, los boicots y la enemistad constante. Se deriva del hecho de que existe un estado judío a pesar de que el judaísmo, desde el punto de vista musulmán, fue reemplazado por el Islam, la «religión verdadera». Este odio se ve exacerbado por otras marcadas disparidades: Israel es una democracia, mientras que muchos países árabes y musulmanes viven bajo dictaduras; Israel es rico mientras que muchos países árabes y musulmanes son pobres; Israel es un paraíso en comparación con algunos países árabes, muchos de los cuales se parecen mas a la última parada de tren antes del infierno (ver Siria, Irak, Libia, Yemen, Sudán; la lista continúa). En resumen, desprecian a Israel porque ha tenido éxito en áreas donde han fracasado.
Pero, ¿por qué deberían odiar a los palestinos? Después de todo, la narrativa árabe dice que la tierra de los palestinos fue robada y se vieron obligados a convertirse en refugiados. ¿Seguramente merecen un apoyo sin reservas?
La respuesta a esta pregunta es compleja. Es una función de la cultura del Medio Oriente que ni los israelíes ni la mayoría de los occidentales comprenden o reconocen completamente.
Una de las peores cosas que puede pasar dentro del mundo árabe es ser engañado o aprovechado. Cuando alguien intenta engañar a un árabe, y más aún, si esa persona tiene éxito, el árabe se ve abrumado por una ira furiosa, incluso si la persona que hizo el engaño fuera su propio primo. Pedirá a su hermano que se vengue de ese primo, de acuerdo con el adagio árabe: «Mi hermano y yo contra mi primo, y mi hermano, mi primo y yo contra un extraño».
Con respecto a los árabes palestinos, el primer punto a destacar es que muchos de ellos no son originalmente palestinos en absoluto. Son inmigrantes que llegaron a la Tierra de Israel de todo el mundo árabe durante el Mandato Británico para encontrar empleo en las ciudades y en las granjas que los judíos habían construido. Estos inmigrantes todavía tienen nombres como Hourani (de Houran en el sur de Siria), Tzurani (de Tiro en el sur del Líbano), Zrakawi (de Mazraka en Jordania), Masri (el egipcio), Hijazi (de la provincia de Hijaz en la península arábiga), Mughrabi (del Magreb) y muchos otros nombres que apuntan a sus verdaderos orígenes geográficos. ¿Por qué, preguntan los demás árabes, deberían recibir un trato preferencial sobre los que permanecieron en sus países de origen?
A partir del final de la Guerra de Independencia de Israel de 1948, la política en el mundo árabe comenzó a centrarse en Israel y el «problema palestino», cuya solución se lograría mediante la eliminación de Israel. Para tener éxito en esa misión, los «refugiados» árabes fueron mantenidos en campamentos, con instrucciones explícitas de la Liga Árabe de que se los mantuviera allí y no se los absorbiera en otros países árabes.
La UNRWA se aseguró de que se les proporcionara alimentos, educación y atención médica sin cargo; es decir, las naciones del mundo pagaron la factura, incluso cuando los vecinos árabes de estos eternos «refugiados» tuvieron que trabajar para proporcionar alimentos, educación y atención médica para sus propias familias con el sudor de su frente. Los “refugiados” que recibían alimentos gratuitos, como arroz, harina, azúcar y aceite, para el uso de sus familias, a menudo vendían parte de ellos a sus vecinos no refugiados y obtenían una buena ganancia.
Los residentes en los campos de refugiados no pagan impuestos municipales. Esta exención fiscal ha llevado a un número significativo de “refugiados” a alquilar sus casas y cobrar sumas desorbitadas en comparación con los que alquilan apartamentos en ciudades cercanas. En otras palabras, el mundo subvenciona los impuestos de los refugiados y los refugiados se llenan los bolsillos.
En el Líbano, se construyeron varios campos de refugiados cerca de Beirut, pero se incorporaron a la ciudad en expansión y luego se convirtieron en barrios de clase alta con imponentes edificios de apartamentos de gran altura. Alguien se benefició de este cambio y no fue el hombre de clase media quien tiene todas las razones para sentirse engañado.
Los campos de “refugiados” palestinos en el Líbano fueron tomados por organizaciones armadas, desde la OLP hasta el ISIS, incluyendo Hamas, el Frente Popular, el Frente Democrático y las organizaciones yihadistas salafistas. Estos grupos actuaron con saña contra los ciudadanos libaneses circundantes y en 1975 se desencadenó una guerra civil que duró 14 largos años de derramamiento de sangre y destrucción. La guerra vio a cientos de miles de libaneses obligados a abandonar sus aldeas solo para vivir una vida de sufrimiento horrible en campamentos de tiendas de todo el país. Muchos se refugiaron en campos de “refugiados” palestinos, pero los refugiados libaneses recibieron menos del 10% de lo que recibieron los árabes palestinos. Esto también provocó muchos celos y conflictos internos.
En 1970 en Jordania, las organizaciones terroristas palestinas, lideradas por el jefe de la OLP, Yasser Arafat, intentaron apoderarse del país estableciendo regiones autónomas propias en el norte, con controles de carreteras y árabes palestinos armados que desafiaban a la monarquía. En septiembre de 1970, conocido como «Septiembre Negro», el rey Hussein decidió que ya había tenido suficiente y les mostraría quién era el jefe en Jordania. La guerra que declaró contra ellos costó miles de vidas en ambos lados.
Mientras tanto, en Israel, el 20% de la ciudadanía dentro de las fronteras anteriores a 1967 está compuesta por árabes “palestinos” que no se rebelan ni luchan contra el estado. En otras palabras, los «palestinos» que vivían en el Israel anterior a 1967 disfrutan de la vida en la única democracia en el Medio Oriente, mientras que los países árabes sacrifican la sangre de sus soldados para liberar «Palestina». Más de un soldado árabe ha sido explotado al poner su vida en peligro por esta causa sin sentido.
Peor aún es lo que todo árabe sabe: los árabes palestinos han estado vendiendo tierras a judíos durante al menos un siglo, beneficiándose inmensamente de los acuerdos y luego llorando a sus hermanos árabes para que vengan y liberen a “Palestina” de la “ocupación sionista”.
A lo largo de los años, los árabes palestinos recibieron muchos miles de millones de euros y dólares de las naciones del mundo, de modo que el ingreso anual per cápita en la Autoridad Palestina es varias veces mayor que el del ciudadano egipcio, sudanés o argelino. Sus vidas son muchas veces mejores que las de los árabes que viven en Siria, Irak, Libia y Yemen, ciertamente durante los últimos siete años.
A nivel político, los palestinos han logrado despertar el odio de muchos de sus hermanos árabes. En 1990, Arafat apoyó la invasión iraquí de Kuwait por Saddam Hussein. En venganza, Kuwait, una vez liberado de la conquista iraquí, expulsó a unos 400.000 palestinos, la mayoría de los cuales habían estado viviendo en el emirato durante décadas, dejándolos en la indigencia de la noche a la mañana. Esto provocó una crisis económica para sus familias en Cisjordania y Gaza, que habían estado recibiendo regulares remuneraciones desde sus familiares en Kuwait.
Hoy, Hamás y la Jihad Islámica Palestina cuentan con el apoyo de Irán, un país aborrecido por muchos árabes que recuerdan que los secuestros de aviones y el consiguiente chantaje fueron inventados por los árabes palestinos. Fueron ellos quienes secuestraron un avión de El Al rumbo a Argel en 1968, hace 52 años, comenzando un período de dolores que aún sufre el mundo entero.
A pesar del acuerdo de Taif de 1989, que puso fin a la guerra civil en el Líbano y se suponía que conduciría al desarme y la disolución de todas las milicias libanesas, Siria permitió que Hezbolá mantuviera sus armas y desarrollara su poder militar sin restricciones. La excusa repetida fue que las armas estaban destinadas a «liberar Palestina» y no estarían dirigidas a los libaneses. Cualquiera con mínima inteligencia, tenía en claro que la historia de Palestina era una hoja de parra que cubría la triste verdad de que las armas iban a apuntar contra los enemigos sirios y libaneses de Hezbolá. “Palestina” fue simplemente una excusa para la toma chií del Líbano.
Lo peor de todo es la demanda palestina de que los estados árabes se abstengan de cualquier relación con Israel hasta que el problema palestino se resuelva a satisfacción de los líderes de la OLP y de Hamas. Una buena parte del mundo árabe no puede encontrar puntos en común que puedan unir a la OLP y a Hamas. Mientras observaban que las interminables disputas de las dos partes arruinaban cualquier posibilidad de progreso con respecto a Israel, abandonaron la creencia de que se puede lograr una reconciliación palestina interna.
Para resumir la situación, el mundo árabe, esa parte de él que ve a Israel como la única esperanza para tratar con Irán, no aprecia la expectativa de que deba hipotecar su futuro y su misma existencia a la lucha interna entre la OLP y Hamas.
Y no olvidemos que Egipto y Jordania firmaron acuerdos de paz con Israel, salieron del círculo de la guerra por la «liberación de Palestina» y abandonaron a sus «hermanos» árabes palestinos, dejándolos que se ocupen del problema por su cuenta.
Gran parte del mundo árabe y musulmán está convencido de que los «palestinos» de hecho no quieren un estado propio. Después de todo, si se estableciera ese estado, el mundo dejaría de hacer donaciones constantes de enormes sumas. No habría más “refugiados” y los árabes palestinos tendrían que trabajar como todos los demás. ¿Cómo pueden, cuando son adictos a limosnas que vienen sin condiciones?
Se puede decir con certeza que 70 años después de la creación del «problema palestino», el mundo árabe se ha dado cuenta de que ninguna solución satisfará a quienes han convertido el «refugiadismo» en una profesión. El “problema palestino” se ha convertido en una estafa emocional y financiera que solo sirve para enriquecer a los líderes corruptos de Ramallah y Gaza.
Fuente: BESA
Traducción: Gastón Saidman