Desde los primeros días que se estableció el estado de Israel, la política internacional dirigida hacia el Medio Oriente se dividió en dos campos, aquellos que defienden la cuestión sionista y aquellos que se oponen completamente a la creación del estado judío, y sus derechos de poder vivir de nuevo en su tierra prometida. Si bien este conflicto se vio enfrentado tanto en el campo de batalla como a través de los medios de comunicación influyendo en la opinión pública, la propaganda de los opositores a Israel supo hacer un buen trabajo en este último campo logrando que gran parte de la sociedad, no relacionada directamente al conflicto tomara una posición anti israelí, demonizando su imagen ante los ojos de millones.

Esta fue la táctica a la que recurrieron al no haber podido ganar en guerras, ni paralizar a Israel activando el terrorismo internacional. Los países enemigos de Israel supieron aprovechar bien la culpa poscolonial en los círculos «progresistas» de Occidente y las tendencias antisemitas prevalecientes en Europa.

La eterna imagen de que el Medio Oriente odia abiertamente a Occidente era dirigida únicamente a aquellos países que apoyaban a Israel. Esto llenó de culpa al mundo moderno que comenzó a presionar a Israel hasta el punto tal de poner en riesgo su propia seguridad con la esperanza de estabilizar la región. Sabemos que no funcionó, y en muchas oportunidades Israel sufrió ataques terroristas por bajar su guardia después de firmar armisticios que no duraron.

Isaac Rabin junto a Yasir Arafat durante los acuerdos de Oslo

Podemos decir que después de décadas donde Israel sufrió terrorismo y ataques militares, ha logrado aplastar el terrorismo palestino, frustrar las aspiraciones nucleares del dictador iraquí Saddam Hussein y del presidente sirio Bashar Assad, como también socavar los intentos de Irán de establecerse en Siria. A Israel no le quedó otra opción que desarrollar un fuerte sistema de defensa hasta el punto de hacer fracasar a sus enemigos en todos los rubros, incluso en el rubro tecnológico donde dejó por detrás a la mayoría de los países árabes que hoy todavía se encuentran luchando contra la violencia y la crisis económica.

Sin embargo, algunos países árabes se dieron cuenta del potencial de dejar el conflicto de lado y vieron la posibilidad de unirse a Israel, ya que pudieron encontrar algunos factores en común, por ejemplo Egipto que firmó el primer acuerdo de paz, tenía los mismos enemigos en común con Israel: los Hermanos Musulmanes, Irán y Turquía. Jordania es el más consciente de los peligros del movimiento nacional palestino y sabe que su propia existencia depende de la fuerza de Israel, y hoy más estados del Golfo entienden la gravedad de la amenaza existencial iraní.

Acuerdo de paz entre Egipto e Israel

Estos fueron los antecedentes que llevaron a firmar el primer acuerdo entre Israel con los Emiratos Árabes Unidos, y en las últimas semanas países como Sudán y Marruecos, están comenzando a adoptar una postura parecida y por sobre todo sin miedos de hacerla pública.  Es realmente grandioso notar cómo más países árabes se están acercando a Israel, y esto es el resultado del emprendimiento global por comenzar a calmar la zona que durante años sufrió por sus conflictos internos, y hoy gracias a este esfuerzo se puede ver como el democrático mundo occidental ya no necesita elegir entre Israel y los árabes. En la actualidad muchos países árabes están comprendiendo que existen componentes occidentales que pueden ser compatibles con sus ideales y ambiciones y pueden al mismo tiempo competir contra sus enemigos.

La estrategia de una cooperación con Israel es la mejor opción, y eso los países del Golfo están comenzando a entender, en una región en la que Estados Unidos prefiere la cautela antes que la intervención directa. Finalmente, también la Europa «progresista» llegará a comprender esta cooperación y su necesidad.