Una nueva simbiosis estratégica ha evolucionado en la última década entre Hezbollah y el estado libanés, permitiéndole al grupo islamista continuar con su ya impunemente masiva acumulación gradual militar.
Esto requiere que Israel revise su doctrina estratégica respecto al Líbano y le aclare al gobierno libanés las consecuencias devastadoras que pudiesen resultar de una nueva guerra con Israel provocada por Hezbollah.
El tema de la responsabilidad del Líbano por los actos de agresión que surgen de su territorio ha preocupado durante mucho tiempo a aquellos responsables de tomar las decisiones políticas de la parte israelí. Durante la Segunda Guerra del Líbano, por ejemplo, el Primer Ministro Olmert rechazó las demandas del Jefe del Estado Mayor Halutz de atacar las infraestructuras nacionales libanesas en respuesta a los sostenidos ataques de misiles por parte de Hezbollah contra los centros poblados en Israel.
La Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 11 de agosto de 2006 que puso fin a la guerra, reflejó la esperanza internacional que el gobierno libanés reafirmase su autoridad a través de todo el país, incluyendo el desarme de todos los grupos armados libaneses y prevenirle a cualquier grupo armado, aparte del ejército libanés y las fuerzas de la ONU estacionadas en el Líbano (FPNUL), operar en el sur del Líbano.
Nada de eso ocurrió. Hezbollah no solo no fue desarmado tal como lo contempla la resolución de la ONU, sino que ha ampliado sustancialmente sus capacidades militares, tanto cuantitativa como cualitativamente y lo ha hecho con el tácito apoyo del ejército y el gobierno libanes. Tanto que es discutible que durante la última década, una nueva simbiosis estratégica ha evolucionado entre el grupo islamista y el estado institucional del Líbano, con una división muy útil de la labor en numerosos campos diferentes.
Así las cosas, por ejemplo, los soldados del ejército libanés, como representantes oficiales del estado, son responsables por los controles de seguridad y de la protección general del distrito Dahiya en Beirut, sede del cuartel general de Hezbollah; mientras que la lucha del grupo islamista en Siria ha servido a los intereses libaneses (aparte de los de Irán, el patrón fundador de Hezbollah). Un alto nivel de colaboración operativa entre Hezbollah y el ejército libanés se manifestó en su lucha conjunta contra las fuerzas de ISIS en las montañas Qalamoun en la frontera entre Siria y el Líbano.
No menos importante, Hezbollah ha sido el espíritu impulsor detrás de la firme objeción del ejército libanés, expresada en sus reuniones mensuales con las FDI bajo los auspicios de la FPNUL, a la construcción de un cerco de seguridad del lado israelí de la frontera.
En estas circunstancias, es imposible descartar la posibilidad que en una guerra futura entre Israel y Hezbollah, el ejército libanés pueda desempeñar un papel activo en ayudar al grupo islamista a rechazar las operaciones de las FDI muy dentro del territorio libanés. Esto ocurre en un momento en que este ejército ha recibido armas y entrenamiento militar por parte de las fuerzas estadounidenses en los últimos años.
Aprovechándose muy hábilmente de esta híbrida realidad, el Líbano se ha conducido a sí mismo con mucho éxito entre dos polos opuestos: una estrecha cooperación económica y militar con las naciones de Occidente (Francia y los Estados Unidos en particular) por una parte y una estrecha asociación con Siria e Irán (a través de Hezbollah) por la otra. Este delicado acto de equilibrio ayuda a explicar el éxito del Líbano en resistir la turbulencia que ha sacudido al mundo árabe desde el año 2011 y su capacidad para evadir la censura internacional debido a su simbiótica relación con Hezbollah.
Dada esta singular simbiosis y el alcance sin precedentes del despliegue ofensivo y defensivo de Hezbollah a lo largo de todo el Líbano, Israel necesita repensar sin demora alguna su doctrina estratégica respecto al Líbano. La advertencia del Primer Ministro Netanyahu de que el Líbano será responsable de cualquier acto de agresión que emane de su territorio soberano es un paso necesario, pero de ninguna manera suficiente en la dirección correcta. Lo que se requiere es un esfuerzo internacional sostenido liderado por Israel con el propósito de aclararle al gobierno libanés (y a Hezbollah) en términos inequívocos las devastadoras consecuencias para el estado libanés si llegase a suceder una nueva guerra con Israel provocada por Hezbollah.
*El Mayor General (ret.) Gershon Hacohen es investigador principal del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Sirvió en las FDI durante 42 años. Fue comandante de tropas en batallas con Egipto y Siria. Anteriormente fue comandante de un cuerpo y comandante de los institutos universitarios militares de las FDI.
Autor: Guershon Hacohen – Fuente: BESA Center