Entrevistamos a Víctor Toledo Selman, médico chileno que realizó un Máster de Arqueología de Cercano Oriente por la Universidad de Tel Aviv
OM – Cuéntanos un poco sobre tu decisión de dedicarte a la arqueología y especialmente a la arqueología de oriente medio.
VT – Como muchos otros arqueólogos especialistas en Medio Oriente, mi llegada a la arqueología es a través de la historia de la región que nos gusta llamar “el Mundo Antiguo”, que incluye no sólo el Cercano Oriente sino el más amplio mundo Mediterráneo. Fueron mis estudios “aficionados” en la Historia del Mundo Antiguo lo que me lleva a visitar en numerosas ocasiones el Medio Oriente, y eventualmente entusiasmarme con este abordaje más científico de la historia, que es la arqueología. Como primera profesión soy médico, pero estudié un M.A. (Master of Arts) en Arqueología de Cercano Oriente en la Universidad de Tel Aviv. Me especializo en la historia de Palestina/Israel, y especialmente me interesa el monitoreo de narrativas donde la historia antigua está siendo usada -con o sin deshonestidad intencionada- para perseguir objetivos políticos.
OM – En Oriente Medio hay constantes disputas étnicas y religiosas en las que se intenta expropiar la memoria de pueblos que no encajan con las historias de los más poderosos. ¿Cuál es la relación de la arqueología como disciplina con la memoria colectiva y la historia de las naciones de Oriente Medio?
VT – Medio Oriente es una región que en el último siglo ha forcejeado constantemente con la idea occidental de que cada Estado debe además representar una Nación unificada. Países con fronteras artificiales alojan una gran diversidad de identidades etno-religiosas que no necesariamente tienen una historia de mutua cooperación, pero que ahora se ven forzados a compartir una entidad territorial común. Ha habido intentos de democracia que en última instancia fracasan, más que nada como resultado de la desproporción demográfica de estas minorías y la imposibilidad de lograr acuerdos de representatividad en el gobierno. Las naciones del mundo que han logrado pactos sociales estables son aquellas que han logrado fabricar una narrativa histórica donde nadie se sienta excluido. Justamente, siendo países con historias más antiguas que otros países del mundo, es a la arqueología donde frecuentemente se recurre, para fabricar una narrativa funcional. Naturalmente que la “ciencia” arqueológica termina siendo manipulada para calzar en historias nacionales ideologizadas. Ahí es cuando las memorias colectivas de minorías “problemáticas” (a ojos de la elite gobernante) muchas veces son suprimidas.
OM – En Turquía, Israel, Afganistán, Siria, Líbano, Armenia y otros países de la zona existe un doble proceso, por un lado destrucción de sitios arqueológicos y arquitectónicos y por otro proyectos de recuperación de espacios arqueológicos y arquitectónicos y sitios de minorías étnicas y religiosas ¿Cómo reflexiona sobre esta paradoja?
VT – Hay distintas fuerzas en juego aquí. Debemos separar el abordaje arqueológico de las instituciones académicas “verdaderas”, de las instituciones pseudo-académicas o aquellas administradas por órganos estatales. En las primeras, que típicamente son extranjeras (europeas, americanas), nunca, o rara vez, veremos destrucción deliberada de sitios arqueológicos con fines ideológicos. En las segundas, es un fenómeno que podría esperarse, dependiendo del caso. Lo que, a mi parecer, ocurre más a menudo que la destrucción de sitios, es el trato desigual de sitios arqueológicos dependiendo de qué período o cultura representan.
Una moneda emitida por los rebeldes judíos en 68 EC. Anverso: «Shekel, Israel. Año 3». Reverso: «Jerusalén la Santa», en el alfabeto paleo-hebreo
Un ejemplo clásico sería, en Israel, el estudio y exhibición turística de sitios de importancia bíblica-judía, y la negligencia de sitios con restos bizantinos o islámicos. Al examinar estas situaciones debemos siempre investigar qué tipo de institución está a cargo de la excavación, y lo que no siempre es información transparente, es quiénes están financiando la excavación desde las sombras.
OM – ¿Qué aspectos te iluminan al conectar la memoria judía con sus archivos y sitios arqueológicos? ¿Qué reflexiones te impulsan a examinar los testimonios y documentos de la presencia judía diaspórica y la presencia judía en el antiguo Israel?
Mi experiencia arqueológica en el terreno es en Masada. Probablemente no exista lugar más intensamente cargado en memoria judía y sionismo, que Masada. Más, incluso, que Jerusalén. La antigua fortaleza en el desierto de Judea no tiene que compartir espacios con otras religiones u otras naciones. Con la frase “Masada no caerá por segunda vez”, este sitio encarna a la vez la tragedia y la emancipación del pueblo judío. Es la historia de heroísmo que requiere toda nación incipiente, especialmente para inspirar a los jóvenes soldados a dar la vida por su nación.
Masada
Aun así, me consta que ésta y otras expediciones arqueológicas a cargo de mi alma mater, la Universidad de Tel Aviv, tienen un abordaje pura y estrictamente académico. En parte es por esto que me he involucrado tanto en la crítica de narrativas históricas manipuladas. Justamente porque Masada es uno de los sitios más ideologizados de Israel, junto con la llamada “Ciudad de David” en Jerusalén oriental.
Mi aproximación a la arqueología de Israel/Palestina no es en búsqueda selectiva de sitios sagrados, bíblicos, o de interés sionista. Mi interés es equitativo por todos períodos de la historia de Palestina. Por lo mismo, me violenta profundamente la arqueología “sionista” ejecutada con fines propagandísticos a favor de Israel y sus derechos al territorio, a la vez que invisibiliza y menosprecia todas las culturas y eventos que ocurrieron en un período de veinte siglos.
OM – El sionismo, como cualquier movimiento nacional de Oriente Medio, apeló y apela a la arqueología ¿Qué legitimidad tienen las narrativas nacionalistas modernas, como el sionismo, si basan su identidad en el pasado arqueológico?
VT- El sionismo es quizá el campeón regional en el uso de la arqueología para reforzar narrativas nacionalistas modernas. Si el sionismo tiene o no, legitimidad para basar su identidad en pueblos de la antigüedad, es una pregunta que no tiene una respuesta única y objetiva, y sólo puede responderse desde el terreno de las opiniones personales. Ahora, es indiscutible que el idioma hebreo se originó en la Palestina antigua.
El Muro Occidental en Jerusalén
Es indiscutible que la idea de la idea de “Israel” y los elementos étnicos y religiosos del judaísmo se originaron en Judea. El haber conservado la escritura y el idioma hebreo a través de los textos, y el haber resucitado el idioma hebreo para su uso oral moderno, son sin duda hazañas intelectuales merecedoras de mérito. Si el sionismo es la figura que encarna las aspiraciones del judaísmo mundial, me parece que sí posee legitimidad histórica para ser considerado el heredero lineal de la tradición judía ancestral que se origina en la llamada “Tierra de Israel”. Sin embargo, de lo anteriormente dicho no se desprende que el Israel sionista tenga un derecho a propiedad sobre la tierra mayor o más legítimo que las identidades que ya estaban bien establecidas en Palestina. Es un problema cuantitativo más que cualitativo.
OM – Los palestinos también dicen ser un pueblo milenario. ¿En qué se basan para legitimar su historia afirmando su vínculo con el pasado?
VT – La relación de los palestinos actuales con los pueblos ancestrales que han vivido en Palestina es algo incómoda. El elemento lingüístico ha sido tradicionalmente el más indicativo para reconocer que un pueblo tiene “continuidad” histórica. Cuando éste no está presente, se hace mucho más difícil sostener la aseveración de continuidad, debiendo recurrir a todo tipo de elaboraciones históricas. Es el caso del idioma árabe, el cual, inconvenientemente para los palestinos, no se origina propiamente tal en Palestina; vis-a-vis el idioma hebreo que sí es local. Para resolver este problema, los palestinos han recurrido a tres estrategias.
Una es la estrategia etimológica: “los palestinos venimos de los filisteos”. La raíz de los etnónimos es la misma, si bien no existe conexión alguna entre los filisteos antiguos y los palestinos modernos, más que la secuencia de casualidades históricas que determinaron el uso de la misma palabra.
La descripción bíblica identifica cinco ciudades filisteas: Gaza, Ashdod, Ashkelon, Ekron y Gath.
Otra estrategia es la de desviar el foco de la historia hacia el elemento árabe del Medio Oriente, adjudicando excesivo protagonismo a dicha cultura por sobre otras, y de “estirar” el epicentro de la cultura árabe preislámica hasta comprender todo el Levante. Se resume en el enunciado de que “Palestina siempre fue árabe”.
Una tercera estrategia que hemos escuchado es la de abanderarse con el pueblo antiguo que es presentado en la Biblia como el antagonista a los israelitas; me refiero a los cananeos. Aparte de carecer de sustento histórico, esta estrategia tiene la gran debilidad de pretender deslegitimar a los israelitas basándose en el libro fundacional de los israelitas, lo cual, paradójicamente, termina legitimando la narrativa israelita.
Ramallah, capital de la Autoridad Palestina
No tengo duda que los palestinos modernos tienen derecho a reclamar herencia de culturas que sí son milenarias. Es en la diversidad secuencial de éstas, donde yo veo riqueza, pero donde muchos ven debilidad o “inexistencia”. En términos antropológicos, el cambio no es inferior a la continuidad. Pero los judíos y el mundo occidental están habituados a pensar en el lenguaje bíblico; donde cambiar (de religión, de idioma) significa desaparecer.