Israel, entre el apoyo popular a Ucrania y la cauta actitud gubernamental
La invasión de Rusia a Ucrania ha desatado un enconado rechazo popular en Israel, en la opinión pública israelí hay un marcado y firme apoyo hacia el pueblo ucraniano, una especial admiración, respeto y simpatia hacia su presidente Volodymyr Zelensky, un cómico judío que tuvo el valor de retar a un ¨terminator Putin¨, rechazó la oportunidad de escapar y optó por liderar la resistencia desde el extranjero (como otros líderes históricos lo han hecho), por el contrario decidió permanecer en Ucrania y solicita armas a Occidente para defender su patria, asume las consecuencias de su determinación y quizá no vivirá para ver el descenlace de la guerra.
En Israel cada semana se llevan a cabo protestas en contra de la invasión, el reclamo popular exige sanciones a Rusia y el envío de armas.
El apoyo israelí tiene varias explicaciones, una buena parte de la población israelí escapó del régimen soviético, los inmigrantes del antiguo bloque comunista conocen desde las entrañas las represiones históricas y actuales que prevalecen en Rusia, sus descendientes simpatizan con los regímenes democráticos, la comunidad ucraniana y ruso parlante se estima en al menos un 16% (1300.000 habitantes) y la comunidad judía ucraniana es una de las más importantes en Europa del este, incluso soldados israelíes descendientes u originarios de Ucrania decidieron unirse a la lucha contra la invasión rusa.
Israel contribuye dentro de sus limitaciones, es el único país del mundo que ha instalado un hospital de campaña en Ucrania, ha enviado toneladas de ayuda humanitaria, soporte psicológico, ha aceptado refugiados a pesar de no ser un país europeo ni colindante con las fronteras ucranianas, rescató un centenar de niños huérfanos, entre otras muchas acciones enfocadas a aliviar el dolor producto de la guerra.
Pero los países tienen intereses, e Israel no es la excepción. La realidad contrasta con el “vox populi”, y lo más probable es que Israel no va a enviar un sola bala a Ucrania, pese a las fuertes presiones populares e incisivas críticas por parte del presidente Zelensky, quizá y lo más probable es que ni siquiera se envíe cascos y chalecos blindados, como en algún momento se había filtrado.
Israel tiene que mantener un equilibrio entre la presión popular y el cuidado de sus intereses estratégicos en la región, Jerusalén tiene una relación estrecha con Ucrania y goza de buenas relaciones con Rusia. Las razones de estado que Israel cuida, se resumen en breves líneas, la amenaza se llama Irán y su programa nuclear, (que es todo excepto pacífico). Irán mantiene una política imperialista tratando de consolidar su brazo chiíta en Irak, Siria y Líbano, instalando fábricas de armas, misiles y bases militares en Siria para el emplazamiento y envío de armas a Hezbollah y tener a Israel en punto de tiro, tal como lo hace Corea del Norte con Seúl.
Rusia controla el espacio aéreo sirio y cada ocasión que Israel bombardea las instalaciones iraníes coordina los ataques con Rusia, sus aviones tienen libre paso para detener el avance iraní. Rusia no entregó a Siria los más sofisticados sistemas antiaéreos que podrían complicar los bombarderos israelíes, lo que se puede interpretar como un favor o un pago para que Israel “ayude” a Rusia a reducir la influencia iraní en Siria, sin que ella dispare una sola bala. Esto sigue siendo relevante a tal punto que después de la reunión entre Benett y Putin, Israel llevó a cabo una serie de bombardeos en Siria, queda claro que hay luz verde para que Israel continúe operando en el escenario sirio.
Por otra parte, el primer ministro Benett ha sido un activo mediador entre Rusia y Ucrania, los contactos en Moscú y Kiev y su participación en un posible acuerdo de partes se mantienen en un riguroso secretismo, pero se puede especular que sus frutos se están viendo en los avances que se están dando en Ankara. Israel no puede tener una enemistad con Rusia, eso sería suicida para sus intereses y el gobierno de Benett asume que algún precio se debe asumir, queda esperar si la mediación de Jerusalén aporta avances entre las partes implicadas.