El desconocido Islam extremista en Arabia Saudita
Irina Tsukerman
El papel del Reino de Arabia Saudita, y específicamente de sus funcionarios antiterroristas, en la perpetración de la atrocidad cometida por al-Qaeda contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 sigue siendo confuso y contradictorio hasta nuestros días. La prensa poco especializada tampoco ayuda en la comprensión de lo ocurrrido por lo que la discusión sobre la culpabilidad comienza y termina con la nacionalidad saudí de Osama bin Laden y de 15 de los 19 operativos de al-Qaeda que estuvieron involucrados.
Tras el asesinato de Qassem Soleimani por Estados Unidos, el importante papel que jugó la República Islámica de Irán en el 11 de septiembre gozó de visibilidad por un breve periodo de tiempo. Sin embargo, los que permanecen completamente ocultos son los islamistas saudíes que se esconden a plena vista, que han negociado con la inteligencia occidental, ocultando sus asociaciones pasadas, para continuar con la agenda previa al 11 de septiembre. Estos islamistas sauditas tienen un interés tanto ideológico como financiero en ver fracasar el proyecto de modernización denominado
“Vision2030” y propuesto por los líderes sauditas.
Mucho de lo que todo el mundo cree saber sobre los esfuerzos de reforma del rey Salman y el príncipe heredero Muhammad bin Salman (MBS) es en realidad desinformación producida por estos «disidentes». Incluyen ex miembros de inteligencia saudita y de la Hermandad Musulmana como lo fue Jamal Khashoggi, que querían que Arabia Saudita se convirtiera en más, no menos, en algo parecido el Estado Islámico imaginado por el amigo de Khashoggi, Osama bin Laden.
Sin embargo, Khashoggi se ha convertido, en la imaginación popular occidental, en un mártir periodístico de las mismas libertades que explotó y al
mismo tiempo despreció. Saad Jabri, un exjefe de inteligencia saudí, ha tenido aún más éxito, huyendo con miles de millones de dólares en fondos del gobierno y ha lanzado un desafío que ya ha cumplido su misión como una forma a través de la cual entregar desinformación y generar un flujo constante de mala prensa.
¿Son los funcionarios islámicos sauditas del 11 de septiembre héroes o villanos?
Jabri trabajó para el ex príncipe heredero Muhammad bin Naif, quien es elogiado por las agencias de inteligencia occidentales por su papel, supuestamente esencial, en la lucha contra el terrorismo y de quien, se dice,
sobrevivió a los ataques de al-Qaeda. Naif fue reemplazado y posteriormente arrestado, junto con otros exfuncionarios de alto rango, como resultado de varias investigaciones de corrupción. En realidad, Jabri, Naif y la mayoría de sus colegas actualmente enfrentan cargos de corrupción y / o conspiración son islamistas. Su contraterrorismo de buena fe fue una tapadera para su verdadera agenda de promover los fines de al-Qaeda, incluso si eso significaba ocasionalmente socavar sus medios.
Y todavía funciona. Los islamistas que hicieron posible el 11 de septiembre están fuera del poder gracias a MBS, pero todavía mantienen la altura por medio de sus viejos trucos. Están tratando de culpar al Príncipe Heredero por su propio trabajo sucio, a pesar de que el Príncipe era un mero estudiante de secundaria en el momento de los ataques terroristas.
¿Es Ali Soufan, aliado de Qatar, el portavoz de la seguridad o el cerebro de la estrategia?
Un actor importante del lado estadounidense, el ex agente especial del FBI Ali Soufan, acusó recientemente al periodista saudí Hussein Ghawi de hostigar y organizar campañas de amenazas en redes sociales. Estas campañas, como alega el Washington Post, precedieron a la desaparición del ex oficial de inteligencia saudí y columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi. Soufan, a través de su equipo de inteligencia, acusó a Ghawi de trabajar con el gobierno saudí para planear su propia muerte.
En respuesta, Ghawi produjo un programa de investigación, en el cual, con minucioso detalle, Ghawi rastreó las conexiones sospechosas de Soufan con Qatar, así como los vínculos inexplicables de Qatar con cada falla importante de inteligencia que ha empañado la carrera aparentemente estelar de Soufan. Las acusaciones de Soufan contra Ghawi, en el mejor de los casos, carecen de fundamento y es muy probable que sean pura invención.
Ghawi también reveló que Soufan pudo haber sido uno de los autores intelectuales de la campaña para señalar al Reino de Arabia Saudita como vinculado al terrorismo. Según el documental, Soufan llegó a Estados Unidos como traductor y finalmente fue incluido en el grupo de trabajo de investigación del 11 de septiembre. La aparición de Soufan ocurrió al mismo tiempo que Robert Mueller, entonces jefe del FBI, actuó en contra de las regulaciones para contratar traductores de árabe extranjero, según la investigación del periodista de investigación Paul Sperry quien alega que los traductores, que no tenían ciudadanía estadounidense y no fueron examinados adecuadamente, no solo no estaban calificados para trabajos delicados debido a esas deficiencias, sino que luego fueron vinculados con extremistas islamistas.
Además, Sperry afirma que Mueller contrató a estos traductores mientras ejercía prácticas de contratación discriminatorias contra ciudadanos estadounidenses judíos que hablaban el árabe con fluidez. Esta acusación fue posteriormente sujeta a una investigación del gobierno de los Estados Unidos (y me fue confirmado por un abogado que participó en esa investigación).
Soufan parece haber ignorado, ocultado o pasado por alto una serie de cuestiones que vinculan a Qatar con el 11 de septiembre, como el albergue de Khaled Sheikh Muhammad, la liberación de un príncipe de Qatar relacionado con Khaled Sheikh Muhammad y otras figuras vinculadas, la presencia de ciudadanos qataríes que habían estado explorando el World Trade Center y la Estatua de la Libertad antes de los ataques y estaban programados para estar en un avión que apuntaría al Pentágono antes de cambiar sus vuelos, y el uso operativo de un teléfono rastreado hasta Saad Faqih, un miembro de la oposición saudí respaldado por Qatar acusado de ser incluido en la lista negra por vínculos terroristas por la ONU y los EE.UU. El propio Osama bin Laden parece haber tenido vínculos con Doha que no han recibido mucha atención hasta ahora.
En un extraño giro de los acontecimientos, la investigación del papel de los qataríes en relación con el atentado contra el USS Cole encomendado a Soufan fue frustrada por el entonces embajador de Estados Unidos en Yemen, que más tarde trabajó en Qatar. También es interesante el hecho de que Qatar parece haber hecho una donación de 35 millones de dólares al entonces alcalde de Nueva York Rudy Giuliani en lo que podría interpretarse como un acuerdo por haber proporcionado refugio a Khaled Sheikh Muhammad. El funcionario que ofreció la considerable donación fue el primero en hacerla para cualquier figura extranjera a los Estados Unidos en la época posterior a los ataques.
Ghawi señala que tras el final de su carrera política Giuliani fundó una empresa, Giuliani Partners, que abrió una oficina en Doha y pronto se unió a Soufan. Soufan, alabado por sus ejemplares contribuciones al contraterrorismo, terminó trabajando con varios residentes de Qatar conocidos por sus opiniones extremistas. Entre esos individuos se encontraba Muhammad Amari, cuya organización fue clausurada en Estados Unidos por sospechas de conexiones con el terrorismo. Soufan también trabajó con Azmi Bishara, cuyo apoyo al extremismo en Israel lo había metido en problemas, así como con otros personajes con currículo parecido.
Además, Soufan recibió una residencia a través del jefe de inteligencia de Qatar, quien resulta ser el primo de Sheikha Mozah, la madre del Emir Tamim y, como se rumorea en la región, la potencia política de Qatar. Una de las agencias de seguridad atendidas por Soufan en Qatar estaba llena de ex diplomáticos estadounidenses que habían sido apostados anteriormente en la Embajada en Riad, así como por otros ex agentes del FBI. Según Ghawi, Soufan también obtuvo la ciudadanía de Qatar (que aparentemente había tratado de encubrir) y había involucrado a una consultora de seguridad con sede en Estados Unidos con la que trabajó durante la administración Obama.
Soufan no solo era un gran nombre en el mundo de la seguridad y la inteligencia, sino que sus conexiones con la agenda de Qatar, según la información presentada en el programa de Ghawi, fueron sustanciales y muy influyentes en el desarrollo de las narrativas de inteligencia y contraterrorismo de Estados Unidos. De hecho, Soufan usó su influencia, credenciales y autoridad para impulsar la narrativa de que la participación de los 15 ciudadanos saudíes en los ataques fue de alguna manera evidencia de la aprobación del máximo nivel para el terrorismo. Avanzó este argumento en respuesta a los comentarios del vicepresidente Mike Pence en Twitter sobre la relación de Qassem Soleimani e Irán con al-Qaeda y los ataques del 11 de septiembre.
Estos desarrollos pueden indicar un compromiso a largo plazo dentro de la inteligencia estadounidense. Es posible que Soufan no se haya visto involucrado simplemente en la operación; podría haber sido uno de sus autores intelectuales. Si todos los archivos en los que estaba trabajando estaban socavados requeriría una revisión cuidadosa, pero si muchos de los que estaban dispuestos a hacer la vista gorda están ahora en puestos de alto nivel en el Bureau u otras agencias, no se puede esperar que salga a la luz ninguna de esa información en un futuro próximo.
¿Soufan vino a Estados Unidos con la intención de integrarse como un topo? ¿Fue reclutado poco después de unirse? ¿O fue parte de un esfuerzo continuo que se remonta mucho más atrás que los eventos que rodearon el 11 de septiembre? Todas estas son preguntas que cualquier analista perspicaz podría hacerse después de ver ya mencionado documental de investigación producido por Ghawi y considerar las inconsistencias en las narrativas.
Sin embargo, lo que es indiscutible es que, sean cuales sean sus cargos anteriores, públicos o privados, el cargo actual de Soufan es de alto rango y significativo en la implementación de la agenda de seguridad de Qatar. Con su seriedad, la configuración de la narrativa sobre Arabia Saudita se convierte en algo más que una mera repetición de clichés, esto se convierte en una cuestión de guerra de información.
Fuente BESA Center