Casi una década después de guerra civil en Siria, nace la pregunta: ¿quién estará a cargo de la reconstrucción del país? La respuesta la podremos discernir observando las relaciones previas a la guerra en Siria y la forma en que se han comportado durante la misma los distintos países involucrados.
Siendo China un país protagonista en la política actual, sus relaciones con Siria dan mucho que decir sobre el nuevo control del orden mundial que el asiático país tiene como ambición. Las relaciones entre China y Siria se remontan a 1956, cuando estos dos países iniciaron el contacto diplomático, y hasta la fecha las relaciones bilaterales se han mantenido en gran medida permanentes. En 2010 (el último año que se midió la producción siria), el comercio entre los países ascendió a $ 2.2 mil millones y en su mayoría la ganancia fue para el gobierno chino, ya que desde el año 2000 Beijing vendió a los sirios armamento por un total de $ 76 millones. En aras de la comparación, durante el mismo período Rusia compró $ 2,1 mil millones en armas pequeñas.
El 5 de agosto del 2018, el embajador chino en Siria publicó un artículo en el diario sirio al-Watan, portavoz oficial del presidente Bashar Assad. El enunciado enfatizó los lazos chino-árabes, informando que Beijing está profundizando sus alianzas estratégicas en el Medio Oriente y afirmó que China desea desempeñar un papel más importante para la paz y estabilidad en la región.
El embajador escribió que desde el comienzo de la guerra en Siria, China ha apoyado al pueblo sirio tanto política como humanamente. Elogió a las fuerzas de Assad por fortalecer la estabilidad del régimen y dijo que China quería acrecentar la cooperación entre los países y estaba preparado para participar en la rehabilitación del país.
China es ampliamente percibida como el principal candidato para reconstruir la infraestructura drásticamente dañada de Siria después de los largos años de guerra. Más allá de las declaraciones de los líderes chinos, la razón de esta percepción es simple: ningún otro país apoya el régimen de Assad y es capaz de embarcarse en un proyecto de tal escala. El régimen de Assad cuenta con el apoyo de Irán, pero la República Islámica carece de las capacidades económicas como las que tiene China. Las estimaciones del costo de la reconstrucción siria oscilan entre los «modestos» 200 mil millones de dólares.
La pregunta sería ¿China quiere ser una especie de «Director de Proyecto» en la reconstrucción siria? Para poder responder esto hay que observar el comportamiento chino y su posibles motivaciones durante la guerra civil, la cual ha matado a más de 600,000 personas, ha devastado la economía siria, destruido la mitad de la infraestructura del país, desplazado 4 millones de sirios internamente, y provocó la emigración de otros 6 millones.
Siria recibió ayuda externa de dos bandos, de los Estados Unidos y otros países occidentales apoyando movimientos opositores al gobierno y por parte de Rusia, Irán y China brindando apoyo al régimen de Assad.
Mientras que Rusia e Irán han enviado tropas y vendido armas al régimen, China ha brindado un apoyo casi exclusivamente diplomático a Damasco, también mantuvo contacto con funcionarios militares. Según Xinhua, la agencia estatal de noticias de China, citó a un alto funcionario chino el 16 de agosto del 2016, confirmando que «China quiere fortalecer sus lazos militares con Siria».
El Presidente de la República Popular china Xi Jinping
Los chinos también han brindado pequeñas ayudas económicas a Siria. El 10 de julio de 2018, se prometió un paquete de $ 20 mil millones en préstamos y aproximadamente $ 106 millones en ayuda financiera a las naciones del Medio Oriente como parte de lo que él llamó un modelo de «petróleo y gas plus» para revivir el crecimiento económico en la región. No está claro qué porcentaje del préstamo estaba destinado a Siria, pero solo se han reservado $ 91 millones para Jordania, Líbano, Siria y Yemen juntos.
El 27 de agosto del 2019, el embajador de China en Damasco dijo que su país le dará nuevos autobuses al pueblo sirio y enfatizó que su país está listo para proporcionar más respaldo a Siria en todas las áreas, pero más en particular al sector del transporte. Parece que Beijing, aunque limita su inversión, está esperando el final de la guerra y luego aumentará las operaciones a mayor escala.
Como se señaló, la mayoría del apoyo chino a Siria ha sido diplomático. En la ONU, Beijing se ha mantenido constantemente con Moscú en apoyo de Assad, vetando seis de las siete resoluciones del Consejo de Seguridad que condenan a las autoridades sirias por usar la fuerza contra sus ciudadanos. Este respaldo a largo plazo de China le ha dado al régimen de Assad la libertad de luchar contra los rebeldes con gran brutalidad sin tener que lidiar con la presión debilitante de la comunidad internacional.
El 31 de octubre del 2012, durante las conversaciones con el Enviado Especial Conjunto ONU-Liga Árabe Lakhdar Brahimi en Beijing, Yang Jiechi, director de la Oficina de Asuntos Exteriores del Partido Comunista, anunció una propuesta de cuatro puntos para establecer un cuerpo de gobierno de transición. Aunque esta propuesta no incluía planes de ninguna acción para resolver la crisis, hizo explícito el compromiso de China con Siria. A finales de 2015, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino dijo que Beijing invitaría a las dos partes por separado para discutir las opciones y poner fin a la guerra.
¿Por qué Beijing, que tiende a evitar la intervención extranjera y al tiempo critica a los países occidentales cada vez que se insertan en la agitación interna de otros estados (como en Yemen, Venezuela y otros lugares), apoya al régimen de Assad? Hay varias razones. Primero, China quiere establecerse como una superpotencia, y defender los intereses de sus aliados, esto es un paso a esa dirección. El embajador chino en Siria dijo recientemente: «Nosotros estaremos orgullosos de cualquier sanción que Washington pueda imponer a las compañías chinas que participan en la Feria Internacional de Damasco», una indicación de que Beijing está dispuesto a utilizar a Siria como parte de la acalorada batalla comercial entre China y los Estados Unidos.
Otro elemento que explica el apoyo chino a Assad es la preocupación de Beijing por las etnias uigures de la región occidental de Xinjiang, que enviaron miembros suyos clandestinamente a Siria e Irak para luchar junto con grupos islamistas. ISIS mató al menos a un rehén chino y emitió declaraciones amenazando con atacar a China, lo que ha incentivado a los líderes chinos a apoyar al régimen de Assad contra los islamistas radicales.
También vale la pena señalar que los chinos son muy pacientes. Apoyar a Assad podría resultar ser un positivo neto importante a largo plazo, y Beijing está dispuesto a esperar para obtener los beneficios.
Por supuesto, es difícil predecir qué sucederá en el futuro, pero el apoyo de China al régimen de Assad durante los años de guerra civil no es invisible. China es la segunda economía más grande del mundo, y su vasta Iniciativa conocida como “El Cinturón y la Ruta de la Seda” es parte integral de la política comercial china. Notaremos que tiene sentido que China participe en la reconstrucción siria una vez que termine la guerra y haya pasado la crisis del coronavirus.
Beijing recuerda vívidamente la evacuación de trabajadores chinos de Libia y Yemen y no tiene interés en poner a los ciudadanos chinos en peligro en nombre de Assad. La primera y más importante condición para la participación china en el desarrollo de Siria sería concretar su objetivo de país influyente en el Medio Oriente.
Autor: Roie Yellinek
Fuente: Besa Center
Traducción: Gastón Saidman
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad.
Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.
Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.
La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.
Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.
Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista
Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.
Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.
Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.
La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).
Relacionado