Por Rafael Castro *
Por buenas razones, Armenia no es un destino turístico demasiado popular para los judíos observantes: además del majestuoso Monte Ararat cubierto de nieve que domina la ciudad capital, Ereván, sus atracciones más hermosas son los monasterios medievales. Además, aunque superlativamente hospitalarias, las familias armenias sirven platos deliciosos, pero de todo menos kosher.
Sin embargo, incluso en Ereván, hay una Casa Jabad siempre abierta para el intrépido viajero judío fuera de los caminos convencionales. Es allí, donde el autor tuvo el placer de ser recibido por el rabino Gershon Burstein y la comunidad de judíos observantes de Ereván.
El rabino Gershon no es un emisario ordinario de Jabad. Mientras rezaba el viernes por la noche con un shtreimel (1), me preocupaba un poco que los judíos armenios no supieran que el Rabino Yosef Yitzhak Schneersohn había fallecido. En realidad, resulta que el gran rabino de Armenia es un vástago del jasidismo de Sanz: el padre del rabino Gershon huyó de Polonia justo a tiempo para eludir a los secuaces de Hitler. En Armenia encontró un refugio de la persecución y el antisemitismo.
Me impresionó el feroz patriotismo armenio del rabino. Cuando le pregunté por qué algunos rabinos judíos medievales habían apodado a los armenios como «amalekitas», el rabino Gershon respondió que esos rabinos ciertamente no habían vivido en Armenia. Cuando le pregunté si tenía planes de hacer aliá (emigrar a Israel), respondió que en Armenia nunca se había enfrentado a la más mínima hostilidad antijudía.
Estas respuestas me sorprendieron un poco. Aunque los armenios son generalmente extremadamente cálidos y de buen corazón, mi experiencia personal es que un número desproporcionado de ellos es bastante abierto en su antipatía hacia los judíos.
Tumba judía armenia del siglo XIII. Nótese la impresión de símbolos armenios de la eternidad
En Argentina, por ejemplo, las relaciones entre las comunidades armenia y judía son excelentes. En el Cáucaso, la Realpolitik lamentablemente ha conspirado para separar a dos pueblos cuyas historias están marcadas por la sangre y las lágrimas.
Israel se ha negado repetidamente a reconocer el genocidio armenio, a pesar de que la indiferencia del mundo ante el destino de 1,5 millones de hombres, mujeres y niños armenios llevados en marchas de la muerte desde Anatolia al desierto durante la Primera Guerra Mundial, convenció a Hitler que los judíos podrían tener un destino parecido.
Aunque la comunidad judía armenia ha pedido repetidamente a Israel que siga a la mayoría de las democracias occidentales en el reconocimiento de este genocidio, los políticos israelíes se han negado temiendo que tal reconocimiento podría enfurecer a la población turca y al régimen de Erdogan.
Además, Israel es uno de los principales proveedores de armas sofisticadas para Azerbaiyán, la nación predominantemente musulmana chiíta que codicia el corazón armenio de Artsakh, conocido internacionalmente como Nagorno-Karabaj.
La primera guerra entre Armenia y Azerbaiyán a principios de la década de 1990 le dio una victoria a Armenia, pero también selló el destino de la comunidad judía de Armenia. Mientras Armenia se sumergía en la guerra y la penuria económica, la mayoría de los judíos armenios hicieron aliá o se mudaron a países con comunidades judías más importantes. La escuela judía que justo antes de la guerra contaba con 300 alumnos fue vaciada por la emigración.
Mientras el rabino Burstein recitaba Kiddush y cinco judíos de Ereván escuchaban al rabino repetir sus antiguas palabras, quedó claro que Armenia es otra tierra fuera de Israel, donde solo están vivas las brasas agonizantes de comunidades que alguna vez ardieron con vida.
Es una pena que este destino caiga sobre un país y una comunidad en la que ningún judío teme caminar por las calles con una kipá y donde los benefactores cristianos han jugado un papel activo en proporcionar a sus hermanos judíos un centro comunitario y una sinagoga.
Históricamente, todo el Cáucaso ha sido una región excepcionalmente acogedora para los judíos. Cuando le recordé al rabino Burstein que Georgia tampoco tiene tradición de antisemitismo autóctono, me divirtió escuchar al rabino sermonearme que solo Armenia cuenta con un rabino mencionado en el Talmud.
Darme cuenta de que incluso las rivalidades intracaucásicas pueden adquirir un sabor judío me convenció de que cualquiera que sea el futuro de la comunidad judía en Armenia, habrá mucha más nostalgia que hastío entre los judíos que abandonen este hermoso e increíblemente hospitalario país.
(1) Gorro de piel usado durante los días festivos y shabat por los judíos jasídicos. El último rebbe de la comunidad Lubavitch no lo usaba, pero sus predecesores sí lo usaban (como las demás cortes jasídicas)
* Viajero y amigo de Israel nacido en Italia. Se lo puede contactar vía email en rafaelcastro78@gmail.com