El club de fans de Erdoğan: No hay democracia, no hay problema.
Diferentes encuestas y estudios han demostrado que sólo el 2,4% de los ciudadanos turcos cree que el mayor problema de su país sea su déficit democrático. Las normas democráticas avanzadas, o la aguda falta de ellos, nunca han sido factores decisivos en ninguna elección turca. En otras palabras, la democracia no se vende en el mercado turco.
Por: Burak Bekdil
El líder islamista de Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan, no ha perdido una sola elección, ya sea presidencial, parlamentaria, municipal o referendum, desde que llegó al poder en el año 2002. El apoyo nacional hacia el Partido justicia y desarrollo (AKP) ha oscilado entre el 34% (en 2002) y el 52% (en 2018). Esta es una historia de éxito espectacular bajo cualquier criterio, especialmente para un líder cuya forma de gobierno autoritaria no es un secreto, ni siquiera para sus propios votantes.
¿Qué hay detrás de este Síndrome de Estocolmo turco en el siglo XXI? ¿Por qué tantos turcos se han enamorado de su verdugo? Los factores sociopolíticos en los que se basa la popularidad de Erdogan son demasiado extensos como para abordarlos en este breve artículo. Vale la pena señalar, sin embargo, que hay un vínculo perdido entre la popularidad de Erdogan y los valores democráticos universales.
En su evaluación de 2020, Freedom House colocó a Turquía en su lista de países «no libres». Otros países en dicha categoría incluían a Afganistán, Angola, Bielorrusia, Brunei, Chad, Yibuti, Eritrea, Gabón, Irán, Irak, Libia, Myanmar, Corea del Norte, Nicaragua, Qatar, Ruanda, Somalia, Sudán y Yemen. Según el World Justice Proyect, Turquía ocupa el puesto 107 de 128 países en el rubro “Estado de derecho”. Según el ranking de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, Turquía está en el 154 de 180 países, con peor puntuación que países como Pakistán, Congo y Bangladesh.
Este desempeño embarazoso sería suficiente para derrocar a más de una docena de líderes en cualquier parte del mundo democrático. Además, la corrupción y el nepotismo son desenfrenados en Turquía, pero informar sobre ellos puede ser muy peligroso. ¿Qué hay del bienestar económico, entonces? La renta per cápita de Turquía es de apenas $8,500.
Un canal turco de YouTube recientemente llevó a cabo un experimento social. Unos días después de que Erdogan dijera que el futuro de Turquía estaba en Europa, un entrevistador fue a una plaza céntrica y concurrida de Estambul con un micrófono para recabar las opiniones de los transeúntes. Dando a la pregunta un giro deliberado, el entrevistador le preguntó a un hombre: «¿Qué opina de los comentarios del principal líder de la oposición de que el futuro de Turquía está en Europa?». —Qué mal —respondió el hombre—. «Europa es nuestro enemigo.» El entrevistador entonces se disculpó y dijo: «¡Oh, mi error! Mis editores me acaban de decir que fue Erdogan quien dijo que el futuro de Turquía está en Europa. ¿Qué opina de esto?» —Pero, por supuesto —respondió el hombre—. «Si Erdogan lo dijo, es cierto.»
¿Quién es ese hombre, símbolo de los más de 25 millones de turcos que votan incondicionalmente por Erdogan? En un estudio de 2018, la casa encuestadora KONDA perfiló al fanático de Erdogan:
El 66% está graduado sólo de primaria o secundaria. Sólo el 10% tiene un título universitario.
El 89% de los padres de los votantes del AKP son graduados de primaria o secundaria.
El 45% vive con un ingreso mensual de $1.201-2.000.
El 59% dice que apenas llega a fin de mes.
El 46% se identifica como tradicionalmente conservador y 43% como religiosamente conservador.
El 87% se identifica como piadoso o religioso.
Sólo el 13% de las mujeres encuestadas no llevaban ningún tipo de pañuelo islámico.
El 83% son turcos, mientras que el 11% son kurdos.
Cuatro quintas partes dicen que nunca votarían por ningún líder que no sea Erdogan.
Sólo el 3% piensa que la política exterior de Turquía es un fracaso.
El 52% dice que se siente inseguro en Turquía.
Sólo el 20% no aprueba las restricciones gubernamentales sobre el acceso a las redes sociales.
Sólo el 23% piensa que Turquía debería convertirse en miembro de la UE.
89% aprueba el nombramiento directo gubernamental de fideicomisarios a empresas privadas.
El 91% aprueba la orden gubernamental de cierre a instituciones educativas (escuelas y universidades).
El 36% reconoce que el gobierno detiene arbitraria e injustamente a personas inocentes.
El 76% aprueba prohibiciones de los medios de comunicación que afecten al interés nacional.
En un estudio de 2019, la agencia SODEV encontró que sólo el 50,6% de los votantes del AKP piensa que el poder judicial es independiente y sólo el 57,3% que los tribunales son imparciales. En general, sólo alrededor de un tercio de los turcos creen que tienen un poder judicial independiente e imparcial.
Más recientemente, en noviembre de 2020, una encuesta de opinión realizada por la agencia encuestadora Art- Bir reveló que sólo el 1,7% de los turcos confían en los tribunales y el 1,2% confía en el Parlamento. Y en diciembre, el centro de investigación social Optimar descubrió que sólo el 2,4% de los turcos piensa que el mayor problema de su país es su déficit democrático. Engin Ardá, columnista progubernamental, comentó: «Esto significa que el 98% de la gente no tiene ningún problema con la democracia».
Ese es el corazón del asunto. Las normas democráticas avanzadas, o la aguda falta de ellos, nunca han cambiado el juego en ninguna elección turca. En otras palabras, la democracia no se vende en el mercado turco.
Fuente: BESA Center
Fecha de publicación: 28-01-2021
Traducción: Manuel Férez