Política, Estados Unidos y cultura: detrás de la vacilación de Arabia Saudita
La negación oficial saudita de una reunión entre el príncipe heredero Muhammad bin Salman y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu demuestra que la reunión no produjo el resultado esperado. Riad todavía no ve razones suficientes para realizar el cambio revolucionario de relaciones abiertas y normalizadas con Jerusalén
Por: Teniente Coronel (res.) Dr. Mordechai Keidar
Muchos están desconcertados por la renuencia saudí a unirse al tren de la paz y normalizar las relaciones con Israel. Después de todo, está claro que Riad dio luz verde a los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán para avanzar en sus relaciones con Israel en la mayor medida posible. Arabia Saudita ha abierto su espacio aéreo a la aviación israelí, lo que en sí mismo significa un paso hacia la normalización. Sin embargo, a pesar de todo esto, la reunión celebrada la noche del 22 de noviembre entre el primer ministro israelí y el príncipe heredero saudí no llegó a concretar los resultados esperados. La prueba es la negación oficial de Arabia Saudita de que la reunión se llevó a cabo. La publicidad global que rodeó la reunión avergonzó a los saudíes y no funcionó a favor de Israel.
La pregunta de por qué Riad tiene dudas es aún más indispensable en el contexto de una administración estadounidense que cambiará en menos de dos meses. Con un cambio inminente en la política estadounidense y la renuencia de Arabia Saudita a avanzar hacia la normalización, los esfuerzos para crear una nueva realidad política que represente una especie de alianza regional anti-iraní como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán e Israel podrían estar en riesgo de deshacerse.
Hay varias explicaciones para la vacilación de Riad. La más importante es el miedo del reino a Irán y su posible reacción a un acercamiento saudí con Israel. Los saudíes recuerdan bien la noche de septiembre de 2019 cuando Irán (a través de sus representantes en Yemen e Irak) atacó instalaciones petroleras vitales y las cerró durante mucho tiempo. Los saudíes también recuerdan que nadie, incluidos Estados Unidos e Israel, respondió a este ataque. Esto llevó a los sauditas a concluir que están solos en la batalla contra Irán y que las relaciones de poder no están a su favor.
Una segunda razón para la vacilación saudí es su miedo a la administración Biden, y esta preocupación se divide en varias sub-razones.
En primer lugar, se espera que la nueva administración estadounidense intente acercarse a Teherán levantando las sanciones y volviendo al acuerdo nuclear, pasos que reactivarán la economía de Irán y fortalecerán sus esfuerzos para impulsar la lucha hutí contra Yemen y Arabia Saudita.
En segundo lugar, la administración de Biden, a diferencia de su predecesora, volverá a ver el reino a través de la lente de los derechos humanos y planteará preguntas vergonzosas sobre el asunto Khashoggi, las ejecuciones y los derechos de los trabajadores extranjeros en el reino. El apoyo de Washington a Riad será a regañadientes y limitado, y es muy dudoso que Biden y su gobierno permitan a Israel hacer cálidas sus relaciones con un país con el cual tienen reservas. También se espera que la administración Biden lleve la cuestión palestina a un primer plano y se resistirá a cualquier progreso árabe con Israel que no tenga en cuenta los deseos palestinos. Los estadounidenses podrían, de hecho, insistir en un regreso al plan de paz árabe-saudí de 2002 como condición para cualquier progreso hacia la paz entre Israel y Arabia Saudita.
La tercera razón de las dudas sauditas es la situación interna del reino. El mundo occidental e Israel ven el reino y su conducta principalmente a través de las palabras y acciones del príncipe heredero Muhammad bin Salman, y especialmente a través de las reformas que ha dirigido: recortes en los poderes y presupuestos de la “policía moral”; permiso para que las mujeres conduzcan y se muevan en público sin un acompañante masculino e incluso sin cubrirse la cabeza; el plan 2030, que está diseñado para enviar a Arabia Saudita hacia un futuro libre de petróleo; y el establecimiento propuesto de la «Ciudad del Futuro».
Pero hay otros elementos importantes en juego para Arabia Saudita que no se han tenido suficientemente en cuenta. Lo primero y más importante es el estado del Príncipe Heredero. Desde que fue nombrado heredero al trono en junio de 2017, ha sido objeto de mucho resentimiento entre la familia real. Cuando fue nombrado, tenía solo 32 años, muy joven en comparación con los herederos anteriores, los hermanos del rey Salman, que son mucho mayores que él. En la sociedad tradicional saudí, la edad es un factor importante a la hora de considerar si se debe designar a una persona para un cargo público importante. Nombrar a una persona joven sin tener en cuenta a los adultos mayores se considera ilegítimo.
Otro inconveniente es la inexperiencia del Príncipe Heredero en la gestión de organizaciones y políticas. Esta deficiencia lo mancha aún más en comparación con los otros herederos anteriores, que fueron ministros, embajadores, comandantes del ejército y ejecutivos de corporaciones gigantes. Algunos en el reino los consideran mucho más aptos para administrar un estado y establecer políticas.
Los opositores de Bin Salman hablaron en su contra día y noche desde el momento de su adhesión, y él sabía muy bien quién decía qué. En noviembre de 2017, seis meses después de ser nombrado heredero del trono, arrestó a decenas de sus primos, miembros de la familia real, y los detuvo en el Ritz-Carlton Riyadh, donde les extorsionó obteniendo miles de millones de dólares. Estos familiares no lo han olvidado ni perdonado por esta humillación.
Muchos miembros de la familia real culpan al Príncipe Heredero por la profunda participación saudita en Yemen y el precio sangriento que el reino está pagando por esa participación. Muchos lo culpan por el fiasco del asesinato del periodista saudita exiliado Jamal Khashoggi en Estambul en octubre de 2018 y las terribles consecuencias de ese asunto en términos de la imagen de Riad y sus relaciones exteriores con Estados Unidos y Turquía.
Las reformas al estatus de la mujer introducidas por bin Salman tampoco son del agrado de muchos en el reino, aunque una gran mayoría de jóvenes las apoyan. Por lo tanto, la probabilidad de que sea el próximo rey de Arabia Saudita no es del 100%. Los organismos oficiales se refieren a bin Salman como regente (es decir, el próximo rey), pero esto no está garantizado de ninguna manera.
Otra razón para la vacilación saudí es cultural. En la herencia beduina del reino, hay una regla en el Hadith (la ley oral islámica) que dice lo siguiente: «No pasa nada en el desierto, así que nada es urgente». En otras palabras, es mejor esperar y ver qué sucederá que arriesgarse a tomar medidas que podrían ser peligrosas. Esta posición está profundamente arraigada en la forma de pensar y comportarse en las sociedades tradicionales de Oriente Medio y los occidentales, que defienden una cultura opuesta del «instante» y del «ahora» (como, por ejemplo, el grupo israelí «Paz ahora»), no aprecian suficientemente la profundidad con la que la vacilación es un rasgo cultural en Arabia Saudita.
Riad se muestra reacia a promover sus relaciones con Jerusalén debido a una variedad de factores internos, externos y culturales. Solo una razón muy fuerte cambiará esto, y no veo tal razón en este momento.
Fecha de publicación: 6/12/2020
Fuente: Besa Center
Traducción: Gastón Saidman