La paz soñada en Medio Oriente se está haciendo realidad
Si me perdonan los lectores el exceso de optimismo, voy a dar buenas razones para dejarse atrapar por él.
El reciente acuerdo de normalización (que también es de paz, como lo explica Cecilia Denot aquí) es el comienzo probable, si es que los factores desestabilizadores de la zona no lo impiden, de una era de cooperación y de paz en Medio Oriente.
La paz en la historia frecuentemente se da cuando hacer la guerra es más costoso que hacer la paz, sobre todo si la amenaza de la guerra es tan grande que sin algún tipo de cooperación pacífica y unidad cultural no será posible afrontarla.
Un caso conocido de lo que estamos hablando es la Unión Europea, surgida como «Unión del Acero y el Carbón» de la destrucción de dos guerras mundiales y reforzada bajo el fantasma de la catástrofe nuclear de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Con las singularidades del Medio Oriente, también se ha atravesado por procesos de guerra civil, limpiezas étnicas, terrorismo. Luego de la derrota del horrorífico Estado Islámico, las amenazas imperialistas de Irán y de Turquía financian el terrorismo islámico de los Hermanos Musulmanes y de los proxies chiítas, además de colocar tropas y mercenarios en distintos puntos geográficos (Libia, Sudán, Yemen, Líbano, Siria, etc).
Las monarquías petroleras, débiles militarmente y con economías poco diversificadas, se vieron obligadas a aliarse a Israel. Entre las razones más mencionadas en los análisis que circulan, se cuentan la retirada militar de Estados Unidos de la zona, el temor a Irán y a Turquía. En síntesis, se limitan sólo al aspecto negativo de este nuevo acercamiento. No saben que la expresión borgeana «el espanto los une», puede habilitar más elementos positivos de los que imaginan.
La paz fría de Israel con Egipto y con Jordania, por la cual la cooperación cultural y económica es mínima (se trata básicamente una cooperación militar y de inteligencia que protege la estabilidad de ambos regímenes a cambio de que éstos no hagan la guerra con Israel), es un paradigma negativo que por suerte está quedando obsoleto hacia uno más positivo, donde se enfatiza la paz, la amistad, la cooperación, el interconocimiento cultural.
Así lo han demostrado las elites y algunos ciudadanos emiratíes y bahrainíes en las redes, donde podemos emocionarnos viendo videos en Twitter en los que los ciudadanos del golfo tocan el Hatikva (himno nacional israelí), hablan perfecto hebreo, se muestran ansiosos por conocer y visitar Israel.
Emirati author and entrepreneur @omaralbusaidy reflects on the #AbrahamAccords pic.twitter.com/PoITPbGBsm
— The National (@TheNationalUAE) September 16, 2020
Eso no existió en las paces firmadas por Israel con Egipto, Jordania y menos aún con los palestinos que han respondido a los Acuerdos de Oslo con un baño de sangre. De más está decir que el sistema educativo palestino, décadas financiado por Europa y Estados Unidos, no sólo no ha educado hacia la paz ni ha promovido el acercamiento a Israel y a su cultura, al contrario siguió reproduciendo el odio más recalcitrante. Los Emiratos Árabes Unidos, en cambio, han incluido inmediatamente en su sistema escolar la visión de paz promovida por el país.
Las reformas en el Islam sunita
La causa de los palestinos han sido para los países árabes básicamente un instrumento de su enemistad con Israel, pero el tiempo, cambios regionales y globales y la intratabilidad del conflicto los convencieron de que su resolución no puede seguir impidiendo su necesaria relación con Israel.
El estado judío es una de las potencias más desarrolladas e importantes de la región que tiene la ventaja para ellos de no ser árabe ni islámico por lo cual no sólo no toma partido por las guerras musulmanas intestinas sino que está interesado en la paz regional.
No ser árabe y no ser islámico implicaba para el panarabismo una amenaza a su integridad, como así también para el emergente islamismo radical, pero las monarquías petroleras empezaron a entender que para sobrevivir a largo plazo, deben tolerar a las minorías de la región. Ya hace años que en Bahrein y en los Emiratos es posible ser judío o cristiano o no musulmán sin tener la prohibición de residencia. Son países que aún aplican la dura ley sharía para su población musulmana. Arabia Saudita, que aún no permite abiertamente la apertura templos de otras religiones, empezó sin embargo a hacer reformas sociales que morigeran la dureza de la Sharía. Empezó por autorizar a las mujeres manejar los autos, liberarlas del sistema de tutoría patriarcal por el cual sólo pueden salir acompañadas de sus maridos o hijos, e integrarlas en el sistema laboral y universitario. La película saudita Barakah meets Barakah (comedia romántica de 2016), es una dura autocrítica al sistema patriarcal, religioso y burocrático del país.
Arabia Saudita y los países del Golfo, aliados a Estados Unidos y a Israel, entendieron que para sobrevivir a la era post petrolera (que ya es hoy), no basta con reinvertir en energías alternativas, apertura de multinacionales o importación de mano de obra extranjera, mientras estos países no estén unificados por un sistema económico regional y de transporte sin interrupciones de amenazas terroristas, estarán siempre a merced de mercenarios enviados por los turcos o los iraníes que los acosan en sus fronteras o incluso en su interior.
La mejor inversión que están haciendo es abrirse al mundo, abrir universidades e incentivar la cooperación científica, promover el emprendedorismo (startups), y el intercambio cultural. Todo esto requiere de reformas culturales y religiosas que incluyan a las mujeres y a las minorías, y una supresión teológica de la belicosidad y el antisemitismo en el Islam. Nada mejor que amigarse con Israel para fomentar una visión pacífica del Islam, y abrir camino a un sistema integrado de cooperación al estilo de la Unión Europea.
Hace años que se viene conversando entre Israel y los países del Golfo un sistema de transporte ferrocarril del Golfo al Mediterráneo israelí, lo que evitará la dependencia de utilizar las peligrosas aguas del Estrecho de Ormuz controladas por Irán, sumado a esto la presencia disuasoria israelí en el Golfo. No sería sorprendente enterarnos de su construcción en los meses siguientes.
Además, Israel ya firmó acuerdos de cooperación marítima entre el puerto de Haifa y el puerto de Abu Dabi, entre tantos otros acuerdos de cooperación turística, científica, económica.
Arabia Saudita está construyendo Neom, una ciudad tecnológica al estilo Silicon Valley en su territorio cercano al Mar Muerto, donde el 10% del comercio mundial fluye. Egipto, aliado saudita, protege junto a Israel el Mar Muerto y ahora Sudán, que se distanció de Irán, se suma a la entente regional. A comienzos de este mes, Sudán anunció elecciones democráticas y lo más importante: una separación de religión y estado. El país africano se cuenta entre las próximas naciones que van a normalizar su relación con Israel (junto a Omán, Kuwait y Marruecos).
Los Acuerdos Abraham: el entierro de la teología antisemita
No es casual que los acuerdos firmados con los emiratos y Bahrein hayan sido denominados por éstos «Acuerdos Abraham«, remarcando la unión entre los hijos de Abraham, los judíos y los árabes. Tanto el judaísmo como el Islam consideran los hijos del patriarca como padres de sus naciones: Jacob (Yaakov, Yakub en árabe) como padre de la nación judía, y su hermano Ismael (Ishmael, Ismail en árabe) como padre de la nación árabe.
Durante los largos cien años de enemistad árabe con el pueblo judío, ésta se manifestó en la importación de teorías antisemitas europeas y rusas del control judío del mundo, y ha realzado los pasajes antijudíos que figuran en el Corán, los clásicos repetidos por los islamistas y los palestinos: «los judíos son hijos de los monos y los cerdos», «detrás del árbol hay un judío escondido, ve y apedréalo», etc.
El abandono del odio teológico no necesita renegar de la religión ya que ésta también incluye elogios positivos al pueblo del Libro (expresión islámica que refiere a que el pueblo judío recibió la revelación monoteísta). El recurso político de la religión cuando cambian los vientos de la enemistad a la amistad no son nuevos, también el catolicismo hizo lo suyo cuando en el Concilio Nostra Aetate removió la acusación del pueblo judío como deicida y eliminó la oración que pide por la conversión de los «pérfidos judíos».
Una oportunidad de oro para los árabes israelíes
Los árabes israelíes, que componen el 20% de la población del país, podrían beneficiarse de una mayor integración regional, dadas las oportunidades de turismo y negocios que se abrieron. Su dominio simultáneo del idioma árabe y del hebreo los pone en una situación de interlocutores privilegiados, lo cual reforzará también su integración a la sociedad israelí.
Su escasa integración obedece a varios factores que merecen un artículo aparte, pero podemos mencionar aquí algunos: la mayoría residen en las aldeas aisladas que Israel respetó su existencia tras la guerra de independencia en 1948, su fuerte deseo de conservación de su identidad y religión y la escasa voluntad del Estado de forzar una modernización que choque violentamente con ese deseo. Los políticos que representan a esta población en la Knéset todavía reniegan de la existencia de Israel, exigen que todo el territorio sea «Palestina» o la anulación del carácter judío del estado por un estado que incluya a los territorios palestinos y sea «universal» (no será universal porque la inclusión de los palestinos implica una mayoría musulmana y una minoría judía). Pero mientras los políticos siguen militando por la causa palestina con el salario aportado por los ciudadanos israelíes, las nuevas generaciones de jóvenes árabes musulmanes y cristianos empiezan a distanciarse del negocio del dolor y a promover la integración junto a la sociedad judía mayoritaria de Israel. Para ellos será el futuro de la cooperación regional.
La causa palestina: un problema de Israel y ya no regional
Los palestinos, que eran beneficiarios del «statu quo árabe de ignorancia, guerras intestinas y odio» (palabras del ministro de exteriores emiratí Omar Saif Ghobash), han visto derrumbarse el piso de sus pies. Ya no les es posible seguir manteniendo una narrativa unilateral del conflicto, sobre todo porque ya cayó el mito (creído hasta el final en Occidente, y probablemente todavía quede como reminiscencia zombie en la academia o en los ámbitos diplomáticos occidentales) de que Israel debe hacer primero la paz con los palestinos para poder hacer la paz con los árabes. Esta pre condición, impulsada décadas por los países árabes, ya cayó. Esta pre condición no ayudó en nada a mejorar la vida de los palestinos, que más que hacer la paz con Israel hacen la guerra entre ellos mismos. La enemistad entre Hamas y Fatah es no menos mortal que la enemistad con Israel.
La presión árabe era la que obligaba a Occidente a presionar a Israel a hacer concesiones políticas o territoriales a los palestinos aún cuando éstos no abandonan sus aspiraciones de destruir a Israel por vía militar o diplomática. Retirada esa presión, los palestinos deberán elegir entre ser guerrilleros al servicio de Irán o Turquía o hacer la paz con Israel bajo el padrinazgo árabe. En cualquiera de los dos escenarios, su escaso margen de maniobra no impedirá el desarrollo pacífico regional. El tema palestino seguirá siendo muy importante para Israel que deberá encontrar nuevos modos pragmáticos de conciliar seguridad, autonomía política y paz en los territorios palestinos.
Tendremos que ver si la Unión Europea y demás potencias tomarán partido por este nuevo bloque de cooperación o si preferirán mantener su alianza con Irán y los palestinos por temor a perder relevancia geopolítica, presionados por EEUU, Rusia y China.
Por primera vez en decenios un articulo honesto escrito en el medio musulman. Merece el aplauso y los beneficios de la paz