Aportes del judaísmo en Latinoamérica y su relación con Israel
En esta entrevista, el Rabino Dr. Fishel Szlajen, considerado actualmente como uno de los intelectuales públicos de mayor notoriedad y prestigio, nos cuenta su tan intenso como diverso trabajo intelectual y práctico en favor de la sociedad en general. Con más de 200 publicaciones entre libros, papers y artículos, varios distinguidos con premios nacionales e internacionales, el Rabino Dr. Szlajen es una de las voces más activas en el debate público aportando desde la tradición judía fortalecida por su amplio conocimiento filosófico, para lidiar con problemas del mundo contemporáneo.
OMN – ¿Si tuviera que definirse brevemente, quién diría que es usted?
Rabino Fishel Szlajen – Me definiría por mis labores, por las que la gente me conoce. Soy un rabino y académico argentino-israelí especializado en la filosofía judía aplicada. Esta disciplina se basa en el erudito y metodológico análisis del acervo cultural judío, instrumentándolo para la lidiar con las principales problemáticas contemporáneas en el campo de la bioética, ética, derecho, política, gobernanza, educación, interreligiosidad e interculturalidad. Conjugando mi formación religiosa y científica, me desempeño como profesor titular de posgrado e investigador en diversas universidad entre las cuales destacan la Universidad de Buenos Aires; UNLaM, Universidad Nihon Gakko, USAL y UCA. En el área comunitaria y desde el 2015 cumplo con las funciones de Director de Cultura en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).
OMN – ¿Cuál fue su formación y cuáles sus tareas comunitarias?
FS – Si bien mis primeros estudios fueron en disciplinas técnicas, habiendo trabajado varios años en ingeniería de procesos, luego me dediqué por vocación a la filosofía donde obtuve la maestría en filosofía judía en la Universidad Bar Ilán de Israel y posteriormente me doctoré especializándome en bioética, ciencia sobre la cual basé también mi posdoctorado. Paralelamente obtuve mi ordenación rabínica en la Yeshivá Maalé Gilboa en Israel luego de haber cursado también como becario un programa de posgrado muy prestigioso en educación judía llamado Jerusalem Fellow en el Mandel Leadership Institute de Jerusalem.
En términos comunitarios, mi labor dirigiendo el área cultural de la comunidad judía argentina se basa en generar, planificar y llevar a cabo innovadores proyectos culturales educativos para facilitar los procesos de desarrollo formativo en todos sus integrantes. La misión es básicamente fortalecer y vivificar la vida judía en Argentina conservando el patrimonio constituido por los conocimientos, representaciones, expresiones y espacios específicos e inherentes al colectivo judío, más la producción, difusión y promoción de dichos bienes generando además puntos de encuentro con la sociedad en general. Durante el 2022, con una agenda cultural de más de 200 actividades entre cursos, conferencias, teatro, conciertos, cine y ópera, tuvimos más de 100.000 participantes en todo el país y el exterior.
OMN – Usted ha sido premiado tanto por Argentina como por Israel con diversas distinciones por su contribución a la sociedad en general ¿Cómo piensa que esto impacta en su comunidad?
FS – Estoy convencido que cada uno de nosotros debe actuar y concebirse para ser un modelo que inspire y guíe conductas mejorando así la calidad de nuestros líderes y por ende nuestras sociedades. Y todo ello en un diálogo constructivo. Desde el judaísmo en este sentido hay mucho para aportar a la sociedad en general. En mi caso y por la difusión de mi trabajo académico y social, el proceso ocurrió desde lo internacional a lo nacional. En el 2017 me informaron que era el primer rabino en haber sido nombrado por el Papa Francisco, como Miembro Titular en la Pontificia Academia para la Vida y cuya membresía fue renovada en el 2022.
Este organismo es el consejo bioético más prestigioso a nivel internacional, por lo cual visibilizó a nivel mundial la contribución del judaísmo para lidiar con los problemas que aquejan a nuestras sociedades. Luego, a nivel nacional y regional, a fines del mismo año tuve el honor de recibir el premio a la Trayectoria Profesional en Calidad de Vida y Bioética de la mano del entonces ministro de salud de la Argentina. En el 2018 el Senado Nacional Argentino, me premió con su máxima distinción, la “Mención de Honor Senador Domingo F. Sarmiento”, por los aportes académicos y obra emprendedora destinada a mejorar la calidad de vida de sus semejantes, de las instituciones y comunidades. Y luego, en el 2019, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires al declararme “Personalidad Destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el Ámbito de la Cultura”, expuso muy focalmente mi trabajo tanto académico como cultural y la contribución desde el judaísmo para la sociedad en general.
Mi sorpresa fue cuando en el 2020 recibí una distinción del Ministerio de Asuntos para la Diáspora en el Estado de Israel por mi labor en bioética frente a la Pandemia Covid-19. Esta distinción fue por el protocolo bioético realizando para el triaje y la asignación de recursos vitales en plena pandemia, resolviendo diversos temas de vida o muerte respetando las normativas éticas internacionales. Dicho protocolo tuvo el beneplácito de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires y fue implementado en diversos centros de salud tanto citadinos como provinciales, siendo a su vez exportado a otros países de Latinoamérica.
Podría resumir, el impacto de mi trabajo es cognitivo y conductual asistiendo desde el judaísmo a toda la sociedad para la construcción de un ser humano con mayor dignidad, una sociedad con mayor justicia y por ende un mejor mundo para todos.
OMN -¿Confluyen en la intensidad de trabajo, lo rabínico, académico y el servicio social y cultural?
FS – Claramente. Todas estas áreas las concibo como una sola, resumida en un grave sentido de servicio a la comunidad y a la sociedad. Existe una muy estrecha relación entre el contenido de mis actividades, más la enérgica y persistente dedicación a estas.
Por ejemplo, siempre que publico un paper académico o un libro, también los acompaño de artículos de difusión en los periódicos más importantes, ya que soy columnista para Infobae, siempre con el objetivo de llegar a la mayor cantidad de gente democratizando el acceso a la información y contenidos en lenguajes más accesibles.
Mis actividades rabínicas y culturales también tienen esa impronta añadiendo incluso algún detalle para que resulten atractivas dada la vertiginosa vida que llevamos en el presente.
En este sentido, en mi adolescencia cuando serví en el Ejército de Defensa de Israel como todo ciudadano, aprendí que uno de los roles más prestigiosos era el de enfermero y que el de mayor rango es quien más debe preocuparse para dar el ejemplo y que nadie quede rezagado. Ese modelo me marcó para toda la vida y lo transformé en mi responsabilidad ministerial. Concretamente y tal como dice nuestra ley “Si no estoy para mí, ¿quién lo estará? Pero si sólo estoy para mí, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?”
OMN – ¿Cuál es su posición respecto al Estado de Israel?
FS – Soy profundamente sionista, como ciudadano israelí serví militarmente durante la primera intifada en 1987, y parece absurdo que en el siglo 21 haya quienes discutan el derecho a la existencia de Israel, salvo que se trate de un antisemitismo encubierto.
Después de 2000 años de diáspora y cuyos únicos antecedentes de un Estado Judío, fueron del siglo X al VI a.e.c. y desde el VI a.e.c. al I e.c., ambos regidos en lo público y privado por la Halajá o corpus jurídico judío, se funda el Estado de Israel definido como en sus Leyes Fundamentales como Estado Nación del Pueblo Judío y Democrático. Es decir, Israel es un Estado democrático, único en Medio Oriente, nutriéndose del judaísmo en su simbología, tradiciones y cultura.
El Estado de Israel, judío y democrático, es un ejemplo para el mundo donde la religión es considerada una necesidad humana básica y sostenida por un Estado secular, logrado por mutuas cesiones. Allí es donde se equilibra el carácter judío del Estado con su condición de Estado de derecho, garantizando el balance entre la identidad judía del Estado en la vida y cultura pública, fundamento de su existencia, y un estado de naturaleza democrática asegurando la igualdad y libertad de sus ciudadanos.
De hecho, Israel es un ejemplo de la tan en boga separación entre religión y Estado, porque su significado no es la anulación de la primera en la esfera pública, como en los Estados laicistas. Y su relación tampoco implica una teocracia. En este Estado judío y democrático, su carácter judío material y cultural, originalmente religioso, no socava ni mella su calidad democrática ni republicana en sus principios de igualdad, derechos humanos, limitación y control de poderes. Y por cuanto es imposible separar el carácter judío del Estado de Israel, quien lo increpe o detracte por dicho carácter no lo entiende o brega por su desaparición.
OMN – Usted es un rabino ortodoxo moderno, ¿qué visión tiene sobre las diversas denominaciones como los reformistas, conservadores, reconstruccionistas, etc.?
Yo soy un rabino. Cumplo las funciones propias de estudiar, enseñar y asistir a la comunidad en todo lo que respecta a lo ministerial, desde lo espiritual hasta lo más práctico. No soy propenso a las etiquetas y mucho menos para con mi pueblo que ya ha sido bastante etiquetado durante siglos. Yo mismo he estudiado en Yeshivot de diversas orientaciones, tanto lituanas como sionistas religiosas, Jabad Lubavitch y aprendí de todas.
El judaísmo es una forma de vida por la cual se rinde culto a D-s, mediante el cumplimiento de sus 613 preceptos. Hay quienes cumplen más y hay quienes menos, pero eso no mella la condición de judío que es dada matrilinealmente o bien por adopción mediante el proceso llamado Guiur (conversión).
Desde hace al menos 3000 años, el pueblo judío histórico no ha sido definido como raza, etnia, o pueblo de un territorio específico, o de un sistema estatal determinado, ni uno de un lenguaje hablado en particular, sino como el pueblo de la Torá y sus preceptos. Un pueblo cuya forma de vida y práctica específica expresa la aceptación del yugo de la Torá y sus preceptos.
Esta Ley, es el factor histórico constituyente de su unidad, conciencia y esencia nacional, la cual existió a lo largo de sus generaciones y resguardó la identidad como biografía a lo largo de los tiempos, sociedades, regímenes políticos, territorios, Estados, culturas, etc.
La historia del pueblo judío sigue hasta nuestros días, y es nuestro deber asegurar su continuidad para las futuras generaciones. Es verdad que, por sobre todo a partir del siglo 19, surgió una crisis que produjo una brecha profundizada y ampliada en cada generación hasta la actualidad. Crisis producida por la distinción entre judeidad y judaísmo, similar a la actual entre identidad y biografía. Mi deber y el de todo judío y judía de forma particular y colectiva, es hacer todo lo posible para que continue existiendo este programa de vida específico judío, y para ello todos debemos aportar. Todos los judíos y judías somos parte del mismo pueblo pudiendo aportar nuestra diversidad enriqueciéndolo, pero bajo la misma responsabilidad por su continuidad.
OMN – ¿Qué reflexión tiene sobre la comunidad judía de Colombia y la judería latina en general en este momento de incertidumbre política para gran parte de estas?
FS – La comunidad judía de Colombia es la sexta más numerosa de Latinoamérica y una de las más antiguas dado que la inmigración judía allí data del siglo XVI. Es una comunidad muy bien organizada con cuatro colegios judíos muy reconocidos, sinagogas y clubes sociales en la ciudades más importantes, por supuesto con su centro demográfico en Bogotá.
No huelga mencionar que cuenta con relevantes personalidades en la representación política comunitaria como Marcos Peckel, Director de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia y desde ya figuras en el liderazgo rabínico de la talla de Alfredo Goldschmidt. Los intelectuales, periodistas y empresarios judíos que aportan al sostén comunitario son reconocidos en Argentina, Israel y en toda Latinoamérica. Si bien por la situación económica y política durante los años 90 hubo una fuerte migración de la comunidad, actualmente con la estabilización y mejora de dichas condiciones más la oportunidad de recibir a parte de la comunidad judía venezolana en búsqueda de refugio, la judería colombiana tiene todo el potencial para continuar y mejorar, siendo una de las más relevantes del cono sur.
Actualmente, los liderazgos y procesos políticos en Sudamérica están transitando polarizaciones, crisis y en algunos casos falta de representatividad. Por ello, es un momento clave para fortalecer el diálogo intercomunitario y con los gobiernos, como práctica cívica. Pero por diálogo me refiero a una relación viva, simétrica y absolutamente sincera con el otro, sin jugar a un mero rol dialéctico, aunque muy convincentemente. Sólo así, el diálogo político se corporizará en acuerdos y soluciones, bajo la búsqueda de denominadores en común y a sabiendas que no es estable ni unilateral, pero sí relevante y en favor de la sociedad y el bien común.