Stefan Auer

La Unión Europea: división o reforma

Oriente Medio News.- Muchas gracias por dialogar con nosotros profesor Auer, para comenzar la entrevista nos gustaría que nos comparta algo sobre su biografía, trayectoria académica y profesional.

Stefan Auer.- Soy originario de Checoslovaquia, un país que ya no existe. Me fui hace mucho tiempo. Pasó un año antes de que el comunismo colapsara en Europa Central y Oriental, y tres años antes de que el país se desmoronara. Una respuesta más simple es: mi lugar de nacimiento es Eslovaquia, un país al que también sigo apegado, pero también he desarrollado otros apegos. Viví en Colonia, Alemania, durante seis años; luego Melbourne, Australia durante aproximadamente una docena de años; Dublín, Irlanda durante seis años; y durante los últimos nueve años he vivido en Hong Kong, que es una región administrativa especial de China. Haber vivido en diferentes lugares aumentó mi apreciación de cuán diversas son las diferentes culturas regionales y nacionales, lo cual es muy significativo políticamente, creo. Estudié en Eslovaquia, Alemania y Australia y enseñé en universidades de Irlanda, Australia y Hong Kong, y creo que aprendí al menos tanto de estas experiencias como aprendí del estudio formal de la ciencia política, la filosofía y la historia de las ideas.

OMN.- Eres autor del libro Desunión Europea  cuéntanos un poco sobre el objetivo de la obra y cómo se relaciona con la nueva agresión rusa contra Ucrania, un país que aspira a formar parte de la UE.

SA.- Una de las preguntas clave que el libro pretende abordar es ¿cuál es el tamaño adecuado para una comunidad política viable? Y mi hipótesis rectora en respuesta a esta pregunta es que cuando se trata de democracia, más grande no siempre es mejor. Los proyectos imperiales son diferentes: la Rusia de Putin no está interesada en la democracia, ya sea a nivel nacional o internacional.

El hecho de que sea el país más grande del mundo en lo que respecta a territorio es revelador en este respecto. Y es absurdo pensar que Rusia debería necesitar controlar aún más territorio. Y, sin embargo, el país está librando una guerra agresiva de conquista territorial contra su vecino, Ucrania. De hecho, es plausible argumentar que el odio a Ucrania que sustenta el régimen ruso está informado, al menos en parte, por el miedo a ese impulso democrático que podría llegar a Rusia, si Ucrania prosperara como parte del Occidente libre.

Aquí es donde la Europa occidental contemporánea es muy diferente. La UE también es una especie de imperio, pero es un imperio muy extraño, en el sentido de que no busca dominar y expandirse. Es más bien todo lo contrario, los países están muy interesados en unirse. Mi amigo, Jan Zielonka, argumentó hace algún tiempo astutamente que la UE es un tipo novedoso de imperio – un imperio neomedieval – caracterizado por fronteras borrosas, esferas de autoridad superpuestas y dotado de poderes benignos para regular, en lugar de dominar. Está gobernado por redes de instituciones y procesos, en lugar de un gobierno centralizado. Mi libro busca desafiar esta historia hasta cierto punto. Creo que, particularmente, en los últimos 12 años, más o menos –marcando la larga década de crisis– la Unión Europea ha luchado por estar a la altura de sus muchas promesas, incluido su compromiso con la democracia. Pero que no haya malentendidos. Los países de la Unión Europea siguen siendo uno de los lugares más atractivos del mundo, envidiados con razón por su nivel de vida, su estabilidad política y su calidad de democracia. Y, sin embargo, mi libro es una polémica contra muchos relatos de celebración de la UE, que tienden a minimizar los muchos problemas de Europa.

OMN.- El argumento principal de tu libro es la crítica a la Unión Europea en su incapacidad para lograr la soberanía supranacional y la erosión de los estándares democráticos en Europa. La guerra en Ucrania muestra que las grietas en el proyecto proeuropeo original se están profundizando. ¿Cuál es tu reflexión al respecto?

SA.- La invasión rusa de Ucrania es una amenaza existencial para Ucrania como nación libre e independiente, pero también es una amenaza existencial para la UE. Si Europa fracasa en este desafío, creo que nunca recuperará su sentido de propósito. Timothy Snyder fue profético cuando escribió ya en 2014: «Ucrania no tiene futuro sin Europa, pero Europa tampoco tiene futuro sin Ucrania». 

Lamentablemente, se necesitó de una invasión en toda regla de Ucrania en febrero de este año, para que los líderes políticos de Europa Occidental se dieran cuenta de la gravedad de este desafío. Todavía tenemos que ver si pueden estar a la altura. Como escribo en el libro (p. 190), «El desafío al que se enfrentaron los líderes europeos fue romper el viejo patrón, en el que habían hecho lo suficiente para fortalecer la motivación de los ucranianos para luchar por la democracia y la independencia nacional, al tiempo que les negaban el apoyo suficiente para permitirles desafiar a Rusia».

OMN.- Como mencionas en tu libro, el proyecto proeuropeo aborda el tema del Estado nación de una manera original pero con ciertas debilidades políticas, diplomáticas e incluso identitarias. El impulso proeuropeo parece estar disminuyendo en algunos países, mientras que en otros (Balcanes, Europa del Este) está aumentando. ¿El futuro de Europa está en el Este como argumentan algunos analistas?

SA.- Bueno, sí, se podría decir que si Europa tiene algún futuro, se encuentra en el Este. De hecho, yo mismo argumenté esto en un reciente artículo de opinión de Politico, coescrito con Nicole Scicluna. Si la UE se toma en serio su compromiso de traer a Ucrania, el centro de gravedad de la UE está destinado a desplazarse aún más hacia el Este. Pero hay otro aspecto en ello, que es directamente relevante para uno de los argumentos clave de mi libro. Sostengo que los proeuropeos han sido demasiado rápidos al pensar que deberíamos ir más allá de los Estados-nación. Creo que esto no es factible ni deseable. Como resumo en el capítulo final de mi libro:

«La Unión Europea, por supuesto, no es un Estado. Sin embargo, habiendo asumido un número cada vez mayor de funciones que se espera que cumpla un Estado, la Unión ha erosionado los mismos Estados democráticos que la constituyen. El proceso que comenzó como una empresa pragmática después de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, inicialmente «rescatando al Estado nación» (Alan Milward 2000), ha terminado exacerbando la crisis de legitimidad democrática.

OMN.- La crisis griega, el BREXIT, la crisis migratoria y la agresión y amenaza rusa no solo a Ucrania sino a otros países europeos, algunos parte de la misma UE como Polonia, Lituania. ¿Tiene la UE la capacidad de adaptarse al nuevo orden mundial que parece estar perfilándose?

SA.- Esta es realmente la cuestión que determinará decisivamente el futuro de Europa. Lo que discuto en el libro es la llamada «brecha entre capacidad-expectativas», un término acuñado por Christopher Hill para describir las crecientes ambiciones de la UE en política exterior, pero el término captura bien la situación de Europa aún más en general.

Edificio del Plan de Recuperación Económica Europea

La crisis de la eurozona, la crisis migratoria, la pandemia de Covid-19 y ahora la respuesta de la UE a la guerra rusa en Ucrania: las ambiciones de la UE rara vez se ven igualadas por sus capacidades. Hay académicos y comentaristas que dicen, eso está bien, así es como la UE desarrolla capacidades, hablan de las crisis como oportunidades, que han hecho repetidamente a Europa más fuerte. Siempre fui algo escéptico hacia esta lógica y me volví más escéptico en la última década.

OMN.- La OTAN de alguna manera cubrió las necesidades de defensa del proyecto proeuropeo, pero la amenaza rusa y la tibia reacción de algunos países han hecho que esta dependencia se replantee. ¿Cuál consideras que será la dinámica militar de la Unión Europea a medio y largo plazo?

SA.- En términos de capacidades militares, estoy convencido de que la guerra aumentó la importancia de la OTAN a expensas de la UE. A pesar de todo lo que se habla sobre la «soberanía» y la «autonomía estratégica» de la UE, es poco probable que la UE se convierta en un actor militar importante por derecho propio. Esto no es subestimar el alcance de la transformación de Europa. Pocos días después de la invasión, Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, proclamó con orgullo: «Por primera vez, la Unión Europea financiará la compra y entrega de armas y otros equipos a un país que está bajo ataque».

Ursula von der leyen

Ursula von der leyen

Sin embargo, cuando el ministro de exteriores de facto de la UE, Josep Borrell, prometió que la UE «proporcionaría incluso aviones de combate», tuvo que retractarse de esto solo un día después, cuando se supo que el plan tentativo de transferir aviones desde Polonia, Eslovaquia y Bulgaria no contaba con el apoyo de algunos estados miembros, la OTAN o los Estados Unidos. Así que aquí de nuevo, tenemos una brecha de capacidad-expectativas, que tuvo serias implicaciones para Ucrania.

OMN.- La UE se está moviendo hacia el este con Ucrania, Moldavia y Georgia como posibles países adherentes, pero los Balcanes es otra región donde hay países que aspiran a unirse a la UE. ¿Cuál es tu opinión sobre estos escenarios de ampliación europea?

SA.- Creo que esto va a ser muy difícil, ya que la gente en Europa Occidental es cada vez más escéptica hacia nuevas ampliaciones. Este sentimiento se ha visto algo reducido por un fuerte apoyo popular a Ucrania, pero cuando miramos a los Balcanes Occidentales, que también es zona de gran importancia estratégica, podemos ver que el apoyo sigue siendo bastante tibio tanto a nivel de élite como a nivel popular. Es realmente difícil ver cómo la UE gestionaría otra ampliación de gran impacto en el futuro inmediato, comparable en tamaño e importancia a la ampliación de 2004, cuando se unieron 8 países de Europa Central y Oriental. Y, sin embargo, geopolíticamente este movimiento parece indispensable. A este respecto, es reveladora la propuesta de Emmanuel Macron de una «Comunidad Política Europea», que parece una estrategia pragmática para sortear las limitaciones de la UE, pero que se ha encontrado con la resistencia de los miembros existentes y futuros.

Países integrantes de la Unión europea

Países integrantes de la Unión europea

En cualquier caso, la UE primero tendría que cambiarse a sí misma de manera bastante dramática. Pero no creo que deba cambiar hacia una unión cada vez más estrecha. Por el contrario, solo una Europa que respete la soberanía de los Estados miembros más que la actual Unión Europea, puede acomodar con éxito a un grupo tan diverso de países.

OMN.- Una pregunta final. En una Comunidad Política Europea, como propone Macron, ¿cómo se reconciliaría la tendencia hacia la integración política, económica y militar con la soberanía nacional? Parece que la plena integración es imposible, pero debe haber elementos comunes básicos para tal comunidad política. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

SA.- Esta es una excelente pregunta. Es un problema que también tiene la UE tal como está constituida actualmente. Esta nueva Comunidad Política Europea no sería tan diferente en este aspecto. No creo que Macron tenga una respuesta, tal vez porque creo que no puede haber una buena respuesta.

Dentro de la UE, la solución práctica ha sido posponer infinitamente el conflicto sobre la autoridad última. La respuesta a la pregunta – ¿Quién tiene la última palabra? – nunca se aborda realmente. Esa es la pregunta definitoria que un controvertido jurista alemán Carl Schmitt articuló ya hace un siglo: ¿Quién es el soberano que decide sobre la excepción? En los buenos tiempos, es posible evadir esta pregunta. En tiempos de crisis, y mucho menos en tiempos de guerra, esto es mucho más difícil. 

Dado que el grupo de Estados que abarcaría una Comunidad Política Europea sería aún más heterogéneo que el que constituye actualmente la UE, los elementos comunes serían más difíciles de encontrar. La existencia de un enemigo compartido, Rusia, debería ayudar, pero incluso allí el panorama es bastante desordenado. Basta con pensar en Serbia y en el hecho de que muchas personas allí todavía piensan en Rusia como su aliado de mayor confianza.

Por lo tanto, esto me lleva de vuelta a uno de los argumentos clave de mi libro: la idea de que una entidad supranacional -ya sea la UE o una Comunidad Política Europea- no puede ser un sustituto viable de los Estados nacionales. Como sostengo en mi capítulo final (p. 179):

«Ninguna cantidad de dinero, cooperación multilateral, despliegue de fuerza militar o esfuerzo de organizaciones no gubernamentales puede crear una comunidad política donde no la hay. Este es el significado del famoso dicho de Schmitt de que la existencia misma del Estado presupone «el concepto de lo político». Además, la estabilidad social proporcionada por un Estado que funcione bien es un bien precioso que no debe darse por sentado».