Andrés Spokoiny

Filantropía en el mundo judío: diálogo con Andrés Spokoiny

Tuvimos el placer de conversar con Andrés Spokoiny *, líder comunitario judío con una extensa experiencia en liderar transformaciones organizacionales exitosas. De origen argentino, actualmente dirige el Jewish Funders Network, una comunidad internacional de fundaciones privadas y filántropos con más de 2500 miembros de 11 países de todo el mundo cuya misión es promover donaciones significativas y tomar parte activa en los procesos que cambian los patrones de pensamiento y acción de la filantropía en el mundo judío. 

Oriente Medio News – Estimado Andrés, gracias por conversar con nosotros. Como acostumbramos con nuestros entrevistados, los invitamos a que se presenten, contando algo sobre su biografía.

Andrés Spokoiny – ¡Es un placer conversar con ustedes! Mi biografía es bastante heterodoxa, pero creo que en definitiva, soy un producto de la comunidad judía argentina, en la cual me formé y en la cual adquirí mi amor por la idea de comunidad. También en Argentina, y de la mano de Alberto Senderey y Marshal Meyer, aprendí que el judaísmo es indisociable de los derechos humanos y de la dignidad intrínseca de todo ser humano. Y obviamente, que el sionismo y la conexión con Israel es central en la condición judía contemporánea.

OMN – Como argentino que has llegado a ser el CEO de la organización Jewish Funders Networks – Jfunders, no es algo habitual de todos los días. ¿Cómo ha sido tu evolución profesional como latino hasta dirigir importantes organizaciones filantrópicas del entorno angloparlante?

AS – Mi periplo no fue el habitual, pero tampoco es único. Y, como siempre, depende mucho de estar en el momento justo en el lugar preciso… Mi formación comunitaria fue en Hebraica, en “Tnuot Noar” y en el movimiento conservador (Iona, Bet El, y finalmente en el Seminario Rabínico). También soy producto de la edad de oro de la educación judía argentina – por ejemplo, yo terminé la primaria hablando hebreo con fluidez. 

También estudié Administración de Empresas y trabajé en el mundo corporativo. Casi por casualidad, fui contratado para trabajar en el Joint en París, Francia, haciéndome cargo de programas en Europa, en especial en los países del Este en el momento de la caída del comunismo. Ahí me di cuenta que mi formación comunitaria argentina era sumamente valiosa – casi diría más rica que la norteamericana – para dedicarse al desarrollo comunitario judío. Después de más de una década en Europa, fui reclutado para dirigir la comunidad judía de Montreal y algunos años más tarde, fui contratado para dirigir el Jewish Funders Network, una organización que desarrolla filantropía judía y nuclea a las fundaciones y donantes más importantes de la comunidad. 

Como dije antes, mi trayectoria no es única. Muchos latinos (y argentinos en especial) ocupan posiciones de liderazgo en la comunidad judía americana. Por ejemplo, los dos rabinos “estrella” de NY eran Roly Matalon y Marcelo Bronstein, ambos argentinos. Es cierto que, fuera del rabinato, no hay muchos que hayan llegado a ser CEOs de grandes organizaciones. También es cierto que hay prejuicio encubierto (y abierto) y que el “cultural gap” a veces juega en contra. 

Pero también hay una valoración de la riqueza comunitaria que traen los latinos, una visión diferente y más amplia de la vida comunitaria. Por ejemplo, para muchos americanos, la sinagoga es el único referente de pertenencia comunitaria; nosotros sabemos que hay vectores de pertenencia tanto o más fuertes en centros comunitarios, actividades culturales, deportivas, etc.  En líneas generales, en mi caso específico, la “extranjería” tuvo un efecto neto positivo en mi carrera. Me permitió traer perspectivas innovadoras y ser agente de cambio en las organizaciones que dirijo.

OMN – ¿Cuál es el rol de la filantropía judía contemporánea? ¿Qué cambios importantes han ocurrido en sus objetivos y metas?

AS – En la vida judía, la filantropía es un valor central. La “Tzedaká” es una de las mitzvot centrales y cumple una función eje en la vida comunitaria. La filantropía y la ayuda mutua fueron cambiando de forma a través de la historia; el valor se mantuvo pero la expresión de ese valor se fue adecuando a las realidades históricas. Por ejemplo, las mitzvot de “Pe’a” y “Shijejá” (no recolectar las esquinas de los campos y dejarlas para los pobres) tenían sentido en una economía agrícola; hoy en día no son tan relevantes. 

La filantropía judía contemporánea también cambió mucho, en especial en las últimas décadas. Podríamos escribir un libro entero sobre el tema, pero si tengo que mencionar algunos cambios centrales señalaría los siguientes: a) La filantropía se individualizó. En previas generaciones la filantropía era básicamente comunitaria; uno donaba a una “caja central” de la comunidad (en EEUU conocidas como las “Jewish Federations”) y esta última se encargaba de distribuir ayuda a los necesitados y financiar proyectos. Ese approach “centralizado” está dejando lugar a un sistema mucho más individualizado, en donde los donantes hacen filantropía en forma directa y desean mayor impacto personal y conexión con las causas que financian. b) Aparece una integración entre filantropía y negocios. Por ejemplo, en los últimos años ha crecido significativamente el campo de “impact investments”, inversiones que generan beneficio pero que se hacen con una visión de cambio social (por ejemplo, alguien que invierte en energía alternativa en vez de – o al mismo tiempo – hacer donativos a Greenpeace). c) En el caso de la filantropía judía la aparición de la filantropía israelí es un gran cambio. Hoy en día, el 50% de las donaciones en Israel provienen de fuentes locales. Eso está cambiando la relación filantrópica entre Israel y la Diáspora. Por otro lado, los intereses también cambian. En el caso de Israel, el foco filantrópico cambió de “nation building” a “social improvement”, o sea, focalizarse en problemas específicos de la sociedad, como ser la integración de haredim al mercado laboral o relaciones entre árabes y judíos, etc. Contrariamente a lo que se cree (o se teme), las donaciones de la diáspora a Israel no han bajado.

OMN –  ¿Qué diferencias encuentras entre la filantropía latinoamericana y la norteamericana? ¿Hay elementos que aprender? ¿Puentes que faltan entablar?

AS – Hay varias diferencias. En Norteamérica hay una actitud distinta frente a la riqueza. En Latinoamérica (más basado en la actitud católica) hay una tendencia a ocultar la riqueza, en países con más influencia protestante, la riqueza no genera “vergüenza” sino lo contrario. Además, la filantropía otorga “capital social”; la sociedad celebra y reconoce a los donantes. Eso incentiva las donaciones y la filantropía. Además hay una estructura fiscal y económica que facilita la filantropía, por ejemplo, las leyes de deducción de impuestos en EEUU son muy beneficiosas para la filantropía, algo que no sucede en Latinoamérica. Finalmente, hay una estructura comunitaria diferente. En Argentina, por ejemplo, la mayoría de las instituciones se manejan mediante el “fee for service” (membresía, aranceles, etc.). Es más democrático, pero también más limitante. Ambas comunidades pueden aprender de la otra. Ningún sistema es perfecto. El sistema americano otorga mucho poder a “mega-donantes”; el latino es más democrático y participativo, pero por otro lado, la capacidad de donantes de hacer proyectos, financiar grandes obras, etc. se ve muy limitada en Latinoamérica.

OMN – En tu artículo de Sapir Journal «Universal Jewish Literacy» afirmas que es hora que las comunidades judías adopten un programa comunitario nuevo en el que se enfatiza el conocimiento de la religión, del hebreo, de los textos sagrados, de la filosofía y la cultura, dejando atrás los modelos que priorizan más la conexión emocional por sobre la educativa. ¿No es en cierto modo un retorno al modelo educativo judeo-argentino que conocimos en los años 50 y 60?

AS – Si, el modelo argentino fue muy bueno, pero cuidado, no fue perfecto. Por ejemplo, en la red de escuelas sionistas (como la que yo fui) la educación sobre los aspectos religiosos del judaísmo era muy pobre. Solo con la aparición del judaísmo conservador hubo un cambio en ese sentido. Hoy el problema es global: la idea es “atraer” a la gente al judaísmo y para eso creemos que hay que usar “golpes emocionales”, tales como llevar a chicos a Auschwitz, o actividades “divertidas” que no hacen ninguna demanda intelectual o espiritual.

Eso resulta en una comunidad empobrecida intelectualmente y, francamente, ignorante. Hoy en día se invierten millones de dólares en programas de “Jewish engagement” o “Jewish Identity”, pero esos términos (engagement, identity) no quieren decir nada. Se buscan “atajos” hacia el judaísmo y se cree en soluciones mágicas (“que los jóvenes vayan 10 días a Israel y con eso serán judíos comprometidos”). En el largo plazo, una cultura no puede subsistir basada en la ignorancia. 

Yo creo que es crítico invertir recursos y energías en generar una comunidad más “alfabetizada” en términos judaicos. El judaísmo de hoy – como toda cultura – se encuentra en un proceso de transformación profundo, si no sabemos lo suficiente, esa transformación puede convertirse en destrucción. 

OMN – Sabemos que existe en Estados Unidos una alta polarización política, en conjunto con un rebrote del antisemitismo. La comunidad judía, dividida y desorientada, suele caer víctima de disputas políticas que exigen su participación a cambio de negar un aspecto u otro de la identidad judía. ¿Cómo piensas que este programa educativo puede fortalecer a la comunidad en este contexto adverso?

AS – Efectivamente, la polarización es un grave problema. Hay una utilización política del antisemitismo para beneficiar tal o cual postura política. Los de derecha ignoran el neonazismo y el fascismo (a pesar de que ya ha causado muertes judías) porque quieren atacar a la izquierda. La izquierda ignora el antisemitismo “progre” porque prefiere usar el antisemitismo para atacar a la derecha. De hecho, me atrevo a decir que para muchos, el antisemitismo y el bienestar de los judíos es secundario; la prioridad es atacar a sus rivales políticos. Por ejemplo, días atrás hubo una manifestación neo-nazi en Florida, muchos medios judíos de derecha la relativizaron o la ignoraron. Lo mismo pasa en la izquierda cuando, por ejemplo, Ilhan Omar hace una declaración anti-israelí que raya en lo antisemita. 

Esa utilización política del antisemitismo no permite ser eficaces en combatirlo. Por ejemplo, si queremos luchar contra el antisemitismo de izquierda es necesario generar alianzas con algunos elementos de la izquierda moderada, pero si tu interés principal no es el antisemitismo sino atacar a la izquierda no vas a querer hacer nada que “ayude” a la izquierda moderada. Más aún, preferís que el antisemitismo se expanda en toda la izquierda para que eso te permita presentar a todo un sector político como antisemita.

En definitiva, yo creo que el antisemitismo no es nuestro principal problema hoy en día. A veces perdemos la perspectiva histórica. Los judíos hoy gozamos de mayor libertad, influencia e igualdad que en cualquier otro momento de nuestra historia.

Israel es más fuerte que nunca y todo el antisionismo no logró hacer mella en su progreso. Israel hoy tiene relaciones diplomáticas con 165 países; más que nunca antes en su historia (y la mayoría de esas relaciones fueron creadas en los últimos 30 años). Ni que hablar de relaciones comerciales y tecnológicas. ¿De qué aislamiento internacional hablamos? El problema no lleva nuevamente a la ignorancia sobre el judaísmo: como generamos una identidad judía sin contenido, sin substancia, nos aferramos a la victimización. Eso no es sano para ninguna cultura. Ciertamente, hay que luchar contra el antisemitismo y el antisionismo, pero eso no puede ser el elemento básico de la identidad judía. Por eso, la educación tiene que volver a ocupar un lugar central. 

OMN – Hoy día hay muchos proyectos independientes que intentan realizarse por fuera de marcos tradicionales. ¿Cómo pueden lograr la sustentabilidad teniendo en cuenta los cambios que mencionas en el mundo filantrópico?

AS – Primero, hay que definir “sustentabilidad”. Muchos piensan que los proyectos tienen que ser autofinanciados, y eso rara vez pasa. Si así fuera, no serían proyectos filantrópicos. Sustentabilidad significa un esquema de financiamiento que le permita a la organización sostenerse en el tiempo y cumplir su misión.

Lo principal para lograr que los filántropos sostengan un proyecto en el tiempo es establecer relaciones de confianza e involucración personal del donante. Los tiempos en los que el donante daba un “cheque en blanco” a la organización ya han terminado. Las organizaciones tienen que construir relaciones de larga duración, involucrar a los donantes “hands-on” en proyectos y hacerlos partícipes de las actividades, no como “observadores”, sino dándoles un lugar para diseñar con ellos los proyectos. Los proyectos tienen que proponerle al donante un partenariado transformativo, no simplemente pedirle una donación.

Otra clave de la sustentabilidad es no depender de un solo (o uno solo tipo de) donante. La regla que yo uso es que uno tiene que aspirar a que ningún donante represente más del 15% del presupuesto. Dependiendo del tipo de proyecto, uno puede armar una estructura en donde haya diferentes “revenue streams”. Por ejemplo en JFN tenemos membresías, donaciones, ingresos por actividades y servicios. Eso nos hace menos “frágiles” frente a los cambios económicos.

* Se desempeñó como director ejecutivo de la Federación CJA en Montreal y, antes de eso, Andrés trabajó para American Jewish Joint Distribution Community (JDC) en París. Como director regional para el noreste de Europa, fue responsable de una serie de proyectos paneuropeos. Mientras estuvo en JDC, también se desempeñó como director de Leatid Europe, un instituto de capacitación en liderazgo para líderes profesionales y laicos judíos, y dirigió el Centro Internacional para el Desarrollo Comunitario, una asociación entre JDC y la Universidad de Oxford para producir investigación aplicada y gestión del conocimiento para el desarrollo comunitario. Antes de su trabajo comunitario judío, Andrés trabajó para IBM y fue responsable de la capacitación, el desarrollo, la contratación y el reclutamiento para la Región Sur de América Latina de IBM durante un período de gran reestructuración. Andrés tiene una formación académica multidisciplinaria que incluye negocios, educación y estudios rabínicos en diferentes instituciones alrededor del mundo. Habla con fluidez hebreo, inglés, francés, español, portugués e yiddish, y domina el ruso y el alemán.